¿Desde cuándo hemos escuchado que el sistema de Justicia debe reformarse? El pedido, incluso, es harto popular cuando se aprecia en algún noticiero a la masa protestante gritar: ¡queremos Justicia! Ojo, sobre todo para los paranoicos, cuando no hay justicia, viene el ajusticiamiento que, salvando las distancias y con algunas sofisticaciones, es lo que percibimos en algunos casos anticorrupción famosos (algunos, insisto).
En materia de casos penales, uno de los más grandes inconvenientes es la “barrera de entrada” con la que un abogado para intentar ejercer con éxito, la sostenida corrupción.
No puedo generalizar, pero en la gran mayoría de los casos, si es que no “pasas por caja”, no ganas. De otro lado, el cliente te pide resultados. Entonces es muy simple, matar o morir. Supongo que en otras ramas del derecho que interactúan con el sistema, la cosa no debe ser muy distinta.
Al respecto, he conversado con algunos abogados que hoy se encuentran en actividad. Unos me dicen que hay empresas (no personas naturales) que han puesto tolerancia cero como condición de contratación, te pagan el honorario y nada más. Claro, aquí viene el dilema de si quieres ganar y conservar a un cliente exigente y necesitas “invertir” para tener un resultado favorable. Otros me dicen que tanto en la Fiscalía como en el Poder Judicial están apareciendo figuras que desean emular a sus pares famosos (lo cual no creo que sea del todo bueno). Aquí un problema también: claramente estos nuevos elementos no son la mayoría y en la búsqueda de Justicia el litigante tendría que contar con mucha suerte para que le toque un buen Juez o un buen Fiscal para su caso. No hablo de la Policía en este análisis porque ahí el asunto sigue siendo de terror. Finalmente, las otras personas con las que he conversado me dicen que, efectivamente, salvo algunas extrañas rarezas, todo sigue igual.
Desde que tengo uso de razón, los intentos de reforma gubernamentales (incluido el Congreso) han tenido manifestación en la sanción de normas “periféricas”, es decir normas que, indirectamente, tienden a ejecutar cambios desde afuera del sistema. El gran problema es el mismo sistema que se ha vuelto -o siempre lo ha sido- “auto inmune”, o sea que destruye cualquier intento de reforma desde adentro. No hablo de algunas “fallas” que no tienen nada que ver con corrupción; verbigracia, pereza institucionalizada, mediocridad de algunos componentes, malos pagos, falta de infraestructura, ausencia de criterio, etcétera.
Luego de la crisis de los llamados “CNM audios” y “los cuellos blancos”, la Fiscalía -si mal no recuerdo- se declaró en emergencia; desde entonces “no se oye nada, padre (madre, en este caso)”. El poder judicial, hizo algo similar y llamativo, pero nada más. La Policía -parte esencial del sistema de Justicia penal- ha configurado algunos protocolos en casos de violencia contra la mujer. Creen que los protocolos son suficientes.
¿Por qué no hay reformas más directas sobre el mismo sistema? No es porque no haga falta. Mientras que sigamos pensando que con los escándalos ya comentados es suficiente, estamos fritos. Créanme, puedo casi asegurar que el día de hoy la corrupción sigue galopante y vigente. La razón por la cual no se hacen reformas más directas es simple: nadie se atreve. El gobierno -ojo, no solo este- teme que le digan que está metiendo la mano en otro poder. Desde el otro lado, curiosamente, se unen tirios y troyanos para reclamar la bendita autonomía (que más parece autarquía). Entonces, “mírame, pero no me toques”.
¿Hay que algo que hacer? Sí, mucho. Lo primero es tener una estrategia que hay que pensar bien para destruir la situación insostenible que he intentado describir líneas arriba; me refiero a la pugna entre gobierno y sistema. Para ello, solo como idea suelta, con cargo a una revisión y análisis más depurado, habría que pensar crearle al sistema competencias desde afuera para que el usuario elija (privatización, mecanismos alternativos reales, otro sistema oficial nuevo y paralelo, etcétera). En la competencia está la búsqueda de la excelencia. En resumen, sino metemos mano al mismo sistema, este no se va a reforma a sí solo. A las pruebas me remito.
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