Pensarás que hay algo malo en mi pregunta, pero no es así.
Nuestra evolución ha permitido que avancemos y desarrollemos la racionalidad que nos permite distinguir entre lo adecuado y lo que no lo es, de manera cognitiva.
Sin embargo, olvidamos que seguimos siendo animales y que el instinto es más fuerte que la racionalidad, y esos impulsos nerviosos se disparan desde el sistema límbico en el cerebro produciendo adrenalina para salir huyendo de las situaciones riesgosas.
Y es que hoy lidiamos con más amenazas de distintos tipos. Por ejemplo, es muy probable que te hayas topado con personas que aparentan ser honestas y correctas, cuando en realidad no lo son.
Nuestro cerebro racional observa el discurso y las sonrisas que son congruentes con ese tipo de mensaje, pero a nuestro paleocortex o arquicortex no lo pueden engañar, ya que allí se leen los mensajes no expresados verbalmente, que son aún más potentes y reales.
Si alguien quiere realizar algún negocio contigo o un trabajo donde lo que se expresa suena demasiado bueno para ser real, empieza a escuchar a tu cuerpo. La respuesta está allí: en la urgencia de retirarte de la reunión. Si el tema inicia y, de repente, hay un cambio de giro y tratan de venderte algo, pon a tu organismo en alerta. Ayuda a tu racionalidad conociendo bien tus emociones, respondiéndoles adecuadamente.
Si por otro lado te sientes en paz y a gusto con la otra persona, es que estás segregando dopamina y oxitocina –por favor, excluyamos la trama del enamoramiento, otro tema que no compete a estas líneas–.
Si tu cuerpo se siente a gusto con la situación, estás a salvo. Hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, ya que la otra persona está siendo congruente con su pensamiento y, en consecuencia, honesta en ese momento.
No se trata de ser inteligente o de serlo menos, esto tiene más que ver con la química corporal segregada debido al estímulo externo, que se puede presentar a través de una persona o situación.
Mi recomendación: hazle caso a lo que dice tu cuerpo pues él sabe más que tu neocortex, que sobreanaliza las situaciones pero perdiendo la esencia de las emociones que, a fin de cuentas, hacen que tomemos las decisiones finales. Aprende a saber en quién o en qué confiar.