El viernes pasado, la seguridad internacional alcanzó un nivel preocupante luego de la agresión de los poderes occidentales en contra del régimen sirio. El gobierno norteamericano junto al Reino Unido y Francia optó por responder contra el uso de armas químicas por parte del gobierno de Bashar Al-Ásad. Los lideres occidentales ordenaron el lanzamiento de 105 misiles Tomahawk destinados a distintos centros de investigación de armamento químico; sin embargo, aun no es claro la precisión de estos misiles o si quiera el funcionamiento de estos centros de investigación. Para Washington, la operación fue un éxito militar que evitará mayor sufrimiento en esta zona de conflicto y que aparte brindó un mensaje claro al régimen sirio.
La “agresión” según occidente se justifica luego que las fuerzas armadas sirias utilizaran armas químicas en contra de los rebeldes, el antepasado fin de semana, en la ciudad de Douma. Los poderes occidentales buscan posicionarse nuevamente frente a la comunidad internacional como los salvadores del mundo, enfrentando a otro tirano que claramente ya perdió control sobre su país. No se puede negar las constantes violaciones de los derechos humanos por parte de los militares en este país y tampoco el incumplimiento de lo acordado por las potencias mundiales en el pacto de Ginebra.
El conflicto sirio ha perdido el protagonismo de sus actores originales (el régimen dictatorial y la oposición siria), y en su ausencia el curso de esta guerra parece estar controlado por las potencias mundiales (USA, Rusia, Francia y el Reino Unido) y países vecinos (Turquía, Irán e Israel). Actualmente hay cuatro bandos en esta guerra civil, cada uno apoyado por distintos países y organizaciones, principalmente: el régimen sirio, apoyado por la federación rusa e Irán; y el ejército libre sirio, apoyado por los poderes occidentales y Turquía. Este país se ve envuelto en un conflicto de intereses por parte de otros países y en el que se desarrolla un panorama similar al de la guerra fría.
En las últimas semanas, el contexto internacional ha demostrado una clara oposición entre occidente y la federación rusa. Cabe la coincidencia que este ataque se desarrolle poco después de la expulsión de diplomáticos rusos del Reino Unido en respuesta a los asesinatos de espías rusos en Londres. La tensión entre ambos países es clara y delicada; sin embargo, fuera de la expulsión de diplomáticos ninguna otra acción ha sido tomada. Por otro lado, las relaciones entre los Estados Unidos y Rusia nuevamente parecen estar en declive a pesar de la supuesta alianza que pareció establecerse entre Trump y Putin. Putin, siempre ha demostrado su apoyo al mandatario norteamericano desde las elecciones presidenciales del 2016 y no se ha visto ningún desacuerdo de esta magnitud entre ambos. Es difícil explicar la rotura de esta alianza, que nació con el objetivo de acabar con la lideresa demócrata, Hilary Clinton, y que ahora no es claro porque culmina. Existen varias teorías, pero ninguna puede ser comprobada de manera clara. Lo único que se puede afirmar es que la relación entre el Kremlin y el partido republicano ya no está consolidada.
El Consejo de Seguridad de la ONU; liderado por el embajador peruano, Gustavo Meza-Cuadra, convocó el día siguiente una reunión de emergencia con el fin de buscar una solución diplomática. Poco o nada se logro a pesar de una agitada reacción por parte de la comunidad internacional. Las delegaciones de los países occidentales, en especial, la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, adoptaron una posición agresiva y amenazaron nuevamente al régimen sirio. Una declaración que claramente contradice lo afirmado por el secretario de defensa de los Estados Unidos, James Mattis, quien alegó que: “No había una posición clara sobre bombardear Siria”. Por otro lado, las delegaciones de Rusia y Siria condenaron este ataque y exigen la sanción correspondiente frente a esta agresión. Un debate que se resume en una constante critica entre naciones.
En conclusión, este ataque es justificado por unos y criticado por otros, pero en realidad no son ninguno de ellos quienes sufren las consecuencias. Parece innegable la similitud de este ataque con el mismo sucedido en Iraq en el 2003. Nuevamente los poderes occidentales atacan a otro país con la excusa de que se usó armamento de destrucción masiva. Pero este ataque da lugar a nuevas interrogantes: ¿Por qué occidente decide responder ahora y no lo hizo cuando sucedieron otros ataques de mayor magnitud?, ¿Por qué no se envió una misión de investigación del OPAQ a Siria, antes de responder de esta manera? y lo más importante ¿Se acerca una guerra mundial? Tal como afirmó Karen Pierce, embajadora del Reino Unido ante la ONU: “No tomaremos lecciones de leyes internacionales por parte de Rusia”. Igualmente, la comunidad internacional debe preguntarse si las potencias occidentales son los ejemplos más adecuados para decidir si se violó alguna ley internacional.