Apertura para gobernar, por Adriana García-Belaunde

«Me pregunto ¿por qué el planteamiento de esta izquierda radical que se ha enquistado en el poder es siempre el de división y no unión? ¿Por qué humillar y no realzar? ¿Por qué insultar y no honrar?»

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Recuerdo que uno de mis primeros encuentros con la sierra peruana fue en los 90 en la localidad de Chincheros, la capital de la provincia del mismo nombre, en Apurímac. Chincheros era un pueblo pintoresco a algo más de 4,000 msnm en la Cordillera de los Andes. En esos años el ambiente que se respiraba era de regocijo entre las sonrisas de los pobladores, la serena arquitectura y su maravilloso choclo con queso. No había grandes comitivas pagadas, la gente llegaba como conseguía hacerlo; algunos caminando, otros en camión, bus o avioneta, eso no importaba. El objetivo era llegar a escuchar el discurso que daría Fernando Belaunde Terry en la plaza principal. Ese día, como lo había hecho antes, habló de cómo “el pueblo hizo el camino, el templo y las escuelas. El pueblo elevó la andenería y contuvo el torrente… y siguió construyendo caminos, escuelas y templos. Es que por fortuna los pequeños pueblos del Perú son pueblos olvidados que no han olvidado su historia” (*).

A inicios de su gobierno, décadas después de ese sincero y poderoso discurso, y aprovechando la ceremonia “Quinua orgánica de mil colores” en el distrito de Santa María de Chicmo, cerca de nuestro querido Chincheros, en Andahuaylas, Apurímac, Pedro Castillo se puso un poncho y se dirigió a los pobladores: “Estamos impulsando la producción de la urea en nuestro propio suelo peruano porque muchas veces esto de subir los costos de los productos de los fertilizantes, de los abonos, también hacen creer que han subido porque ha llegado un campesino a gobernar… algunos pituquitos no saben cómo escoger una herramienta, cómo se labra la tierra. Nosotros los agricultores sí sabemos”.

Permítanme una tercera cita. La canción Yo habito la tierra luz de Tony Croatto dice: que sirva mi canto para unir, no separar. Grandes palabras. Me pregunto ¿por qué el planteamiento de esta izquierda radical que se ha enquistado en el poder es siempre el de división y no unión? ¿Por qué humillar y no realzar? ¿Por qué insultar y no honrar?

Me llena de frustración escuchar tremenda ostentación de pequeñez. ¿Por qué debemos conformarnos con una cabeza de Estado que estimula el resentimiento como estrategia para ensanchar la brecha entre peruanos? ¿La función de nuestro empleado público más importante es viajar a los pueblos y ciudades del Perú para difundir hostilidad con su discurso de odio y aversión? Si no fuera tan peligrosa la pólvora que esparce este señor, hasta daría risa. Vamos a recordarle que el nombre Pedro proviene del latín Petrus que significa piedra, y en el Perú no hay más castillos que el de Lamas y Chancay, ambos apócrifos. El caballo que montó cuando fue a votar es de origen árabe y su camisa y su pantalón, europeos. Pero, además, ese sombrero que no se quitaba ni bajo techo ni para sentarse a comer, es español, así como el idioma que usa para dividir. Quisiera saber, ¿en qué fango ancla su resentimiento? ¿Cuál es la raíz de ese tatuado rencor?

Invito a nuestro presidente a comerse un ceviche, un lomo saltado o el plato que prefiera de nuestra celebrada gastronomía, toda ella fruto de la fusión, la mezcla y el hermanamiento de varios pueblos, chinos, negros, moches, andinos, selváticos, italianos y españoles. Pregúntele al cocinero que quiera si no me cree. Imagino que puede llamar a cualquiera de nuestros cocineros, que gustosos le tomarán la llamada para explicarle el lujo que significa que la mesa no discrimina sino abraza. Lo invito a escuchar nuestra maravillosa música andina o la criolla, toda ejecutada con instrumentos de origen europeo y africano. Mire cualquier fruto de nuestra valiosa cultura y dese cuenta. Todas las cosas de las que estamos orgullosos como peruanos son fruto de la mezcla y la apertura. Abra su mente también. Deje de odiar, señor presidente. Use su canto para unir, no separar.

Somos peruanos, somos uno y somos todos.

*Extracto del discurso «El pueblo lo hizo» del presidente Fernando Belaunde Terry en Chincheros, Apurímac.

 

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