Centrado, unido y en concordia, por Nathan Sztrancman

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Cuando Pedro Pablo Kuczynski dijo que “queremos un país centrado, unido y en concordia con sí mismo”, pensé que no había añadido “como lo es Lima” por una cuestión del límite que te impone Twitter. El mensaje salió en esa red social el domingo y quizás tuvo que ser limitado a 140 caracteres. No vendría a ser la primera vez que Twitter delimita el discurso de un político y hasta de todo un gabinete; si una proyecto de ley cabe en 140 caracteres, puede llevarse al Congreso; si no, ha de intentarse por Facebook. Eso pasó con el proyecto de la Unión Civil, dicen.

Quise comprobarlo, por aburrimiento, y en el mensaje cabían muchas más palabras. Kuczynski no solo podría haber especificado que “como lo es Lima”, sino detallar incluso más; “queremos un país centrado, unido y en concordia con sí mismo, como lo es Lima, San Isidro, Dasso y el Lima Golf Club, carajo”. Porque decir centrado, unido y en concordia con sí mismo no termina por significar nada. De hecho, hasta el equipo de fútbol de mi colegio cumplía con los requisitos. Y nosotros solo estábamos para quedar quintos en unas elecciones presidenciales, les voy comentando.

Lo más divertido de la política en el país, y ojalá que esto nunca cambie, son los prejuicios. En base a él se vota, se critica, se publica y se actúa. Y en base a él, sobre todo, se escribe en Twitter o Facebook, de tal forma que la táctica no es tanto demostrar la ignorancia – que igual sí, muchachos – sino alterar a un público con noticias como, por ejemplo, que una prostituta postule al Congreso. La indignación se limita a eso, porque un cura que es pedófilo nunca va a ser trending topic; el PPC no amenaza en las encuestas. Y de esta manera si Verónika Mendoza adoptase y leyese punto por punto el plan de gobierno de PPK, Mercedes Araoz hubiese salido minutos después a decir que es una terrorista, protochavista y trotskista. Y hasta que quiere indultar a Abimael.

Ese prejuicio, que es tan común como la corrupción en las listas de Fuerza Popular, se viene aireando durante el último mes. Se ha ventilado primordialmente porque Verónika Mendoza tiene mi edad – o lo parece – y además ambos somos una sorpresa de último segundo que tampoco viene a tener una seriedad; ella para la izquierda y yo para mis padres. Entonces Pedro Pablo Kuczynski no ha tenido un discurso muy difícil; el logro está en no desplomarse a sí mismo con el spot del restaurante y el mozo, y no haber vuelto a salir en la portada de Poder con el título de The Socialist. Pero es que además PPK gusta a todos en la capital, los que coqueteaban con Julio Guzmán por su juventud y novedad y terminaron votando por Kuczynski, o los que se impusieron con la concepción tradicional de que toda la derecha es toda la derecha, así que Barnechea viene a ser lo mismo, solo que más lúcido.

De esta forma, mientras PPK celebra su ingreso a una segunda vuelta que inicia con veinte puntos de diferencia, inaugurando una modalidad de voto muy acorde a la realidad colectiva en la que nos vemos expectorados; todo da miedo. Miedo al cáncer, pero miedo al fin. Cuando la gente se queja, por otra parte, que Kuczynski haya leído durante el debate presidencial no se acuerdan de cómo eran los debates en primaria. Y se dice lo mismo, más o menos. Además viene a ser mejor saltarse un párrafo en televisión nacional que intentar “di-sol-ver el Congreso de la República”.