El ingeniero y exgobernador regional de Ica (2015-18), Fernando Cilloniz, conversó en exclusiva con Lucidez sobre la coyuntura política actual, el rol del sector privado en la pandemia del COVID-19 y sus planes políticos para las elecciones del 2021. A continuación la entrevista completa.
Una de las críticas más importantes que se le han hecho al Gobierno es que no ha sabido involucrar a la empresa privada en el manejo de la crisis ¿De qué forma cree usted que esto pudo hacerse mejor?
Simplemente acogiendo los numerosísimos ofrecimientos que –me consta– recibió el Gobierno de parte de las empresas privadas. Y lo digo en plural porque fui testigo del ofrecimiento de la minería; hay muchas empresas mineras, medianas y grandes, que tienen facilidades de salud –hospitales– muy calificadas que podrían haber hecho una cuarentena productiva. Trabajar con poca gente, guardando las distancias sociales y todos los protocolos de seguridad. No sólo esto, sino atendidos desde el punto de vista hospitalario, y controlados con pruebas moleculares y todos los detalles técnicos para controlar la pandemia. Esto fue rechazado.
Desde el punto de vista agro-exportador, yo fui partícipe de un ofrecimiento de las empresas iqueñas y sé que lo mismo se dio en otras regiones, donde empresas de todos los rubros ofrecieron pruebas moleculares. Después, imitando a Colombia, porque un amigo mío quedó varado por la cuarentena en Colombia, me comentaba con sana envidia cómo el gobierno colombiano había recurrido a las empresas –las que podían– para que se hagan cargo de la totalidad de sus trabajadores, llevándoles víveres a sus domicilios puerta a puerta, para evitar que tengan que salir a los mercados como fue el caso en Perú.
Un caso flagrante fue cuando nosotros identificamos a Cáritas como medio logístico para distribuir ayuda humanitaria, porque no queríamos canalizar la ayuda a través de los municipios porque ya sabemos que terminan repartiendo los víveres entre familiares y amigos. Sin embargo, Cáritas también estuvo impedido de hacer la distribución de la ayuda humanitaria. La peor de todas fue cuando el alcalde Muñoz le ofreció al Ministerio de Salud poner a disposición de la lucha contra la pandemia los Hospitales de la Solidaridad de todo el país. Esto también fue negado, los Hospitales de la Solidaridad fueron obligados a cerrar. Realmente el rechazo fue irracional y, en mi opinión, absurdo.
¿Considera que este rechazo fue ideológico?
Totalmente ideológico. Todas las críticas que hubo se enfocaron en las malas empresas –que siempre hay–, como las clínicas que sobrevaloraron los costos de las atenciones y una que otra empresa acaparadora y especuladora. Pero no se refirieron para nada en buenos términos a ninguna empresa. Todas son corruptas. Todas son acaparadoras. Todas son abusivas. Ese es el discurso.
Mencionó la minería. Actualmente hay más de 40 proyectos mineros en cola, muchos de los cuales involucran una serie de problemas sociales y obstáculos de esa naturaleza. ¿Qué medidas podrían tomarse para disminuir las resistencias que existen a la minería en algunos lugares?
No hay proyecto en el Perú que no tenga resistencia. No hay. Puede ser una carretera, puede ser un hospital, puede ser por supuesto una empresa minera, una empresa agrícola, una empresa industrial, un aeropuerto, un puerto, etc. No hay inversión que no tenga resistencia. Es imposible obtener un respaldo unánime. No existe el respaldo unánime en nada, siempre hay uno o pocos opositores. En el caso de la minería, yo estoy seguro –porque he hecho una indagación intuitiva–, que son los menos los que se oponen a las inversiones mineras y los más que son silenciosos, [ellos] respaldan las inversiones mineras.
Me remito a mi experiencia en Ica, concretamente en Marcona. Mina Justa es, como se diría en lenguaje cibernético, un copy paste de Tía María. Justa es una inversión minera de 1,500 millones de dólares para producir 150,000 toneladas de cobre al año. Es una mina que utiliza agua desalinizada del mar. Ambas están en la costa; Mina Justa está en Marcona cerca de la reserva natural de San Fernando y Tía María está en el Valle de Tambo, también muy cerca a la costa. La verdad es que son igualitas. Ambas partieron, incluso, en el mismo momento y a Marcona fueron los antimineros, así como fueron al Valle de Tambo. La única diferencia entre Marcona y el Valle de Tambo es que en Marcona –modestia aparte– había un gobernador que sin tener autoridad, respaldó el proyecto. Yo le di la bienvenida a los inversionistas y, por supuesto, respaldamos a la policía para controlar los actos vandálicos. Nosotros no podemos evitar la protesta, eso es un derecho civil que hay que respetar. Pero lo que sí podíamos hacer es respaldar a la policía y controlar vandalismos como bloqueos de carreteras, roturas de bienes públicos, etc. En Marcona pretendieron hacer esto y hubo un par de detenidos por cuestión de horas, no hubo un disparo de bala y, por ende, ningún herido… y menos un fallecido.
Y salió Mina Justa. Se han invertido 1,500 millones de dólares, 4,000 trabajadores –la mayoría de ellos iqueños– han trabajado en la construcción de la empresa minera. Marcona cuenta con un instituto superior tecnológico de primerísimo nivel financiado a través de obras por impuestos por el inversionista. Es decir, la magia de la inversión, el empleo y el bienestar se dio en Mina Justa y no se dio en Tía María. Entonces, es replicar la experiencia de Mina Justa en todos los proyectos mineros. Yo estoy seguro que con liderazgo y con orden, se pueden desatar los 40 proyectos mineros y tener un flujo de inversión masivo que sacaría al Perú del hoyo en el que nos encontramos.
Usted fue candidato de Fuerza Popular en el pasado ¿Qué hizo que su relación con este partido cambie?
La corrupción. Y no precisamente de Keiko Fujimori, para nada. Keiko Fujimori la verdad que honró su palabra cuando me invitó siendo yo independiente –y hasta el día de hoy soy independiente– a que representara a Fuerza Popular. Lo único que acordamos con ella, en buenos términos, es que yo armaba mi equipo y que por supuesto, como era obvio, no iba a permitir actos de corrupción. Yo tenía información, como ciudadano peruano, que el Estado –así como la sociedad en general– tiene muchos elementos corruptos. Ella me respaldó pero, desde el día siguiente que ganara las elecciones, empecé a recibir llamadas de congresistas de Fuerza Popular y después de otros partidos también, y descubrí la corrupción al interior del Congreso de la República.
Es una corrupción especial porque, en el caso de los gobiernos regionales, no es una coima lo que te piden, pero si es ‘contrata a tal empresa’ y ‘contrata a esta relación de cien militantes que yo les debo algo’. El favor, que es lo que estamos viendo todos los domingos con los amigos del presidente Vizcarra. Richard Swing es un típico caso de un favor. Un tipo que participó en una campaña electoral, seguramente tuvo su rol en bailar, en cantar, en calentar a las masas; pero de ahí a hacerlo asesor de los funcionarios del Ministerio de Cultura… ese es el clientelismo que yo llamo corrupción.
Ahora, reconozco que para muchos peruanos –muchas altísimas autoridades peruanas– eso no se llama corrupción. Para ellos es normal… el favor al amigo, al hijo del amigo, al cuñado de la secretaria. Es una frustración que yo siento como peruano de cómo la inmensa cantidad de autoridades políticas del Perú consideran eso como normal. Ellos merecen favorecer a sus militantes, a sus familiares, a sus cuñados y a sus amigos. Es terrible. Y bueno, ya se ensucia la relación [con Fuerza Popular] cuando se trata de comprarle a tal proveedor o contratar a tal ingeniero civil para hacer tal obra. Eso fue lo que me enfrentó al partido. Detalles puntuales como que un congresista, y hay que decirlo para que no se manchen todos –César Segura–, me dijo ‘necesito un brevete para mi hija, un brevete sin exámenes’, lo más anti-ético que puede existir… que un congresista llame a un gobernador para que le facilite un brevete a su hija. Eso para mí es gravísimo.
Otro caso, Betty Ananculi, que venía a visitarme con una lista de cientos de nombres escritos a mano de personas a las que había que contratar –como ella decía– ‘donde sea’. Y ese ‘donde sea’ era el hospital, era la escuela. El ‘donde sea’ es un sitio sagrado del Estado. Estas personas contratan a estos amigos, a estos familiares que no tienen ningún mérito más allá del de ser militante o amigo para cargos de servicios públicos vitales. Eso es lo que me enfrentó a Fuerza Popular, pero también a todos los partidos. Yo me enfrenté con congresistas de PPK, del Frente Amplio… es una práctica muy recurrente salvo honrosísimas excepciones. Yo conozco congresistas como Jorge del Castillo, Alberto de Belaúnde, Gino Costa, que jamás insinuaron el menor pedido de favorecimiento a personas. Pero eran los menos.
En gran medida, la denegación de la confianza a Cateriano se sustentó en la resistencia de algunas bancadas a su enfoque a favor de la inversión privada. ¿Usted cree que estamos ante un Parlamento ideológicamente opuesto a la inversión o cree que es solo una expresión de populismo por la cercanía de las elecciones del 2021?
Yo creo que los dos. Yo escucho del Congreso el mismo mensaje que escucho del poder Ejecutivo… que es anti empresa y anti inversión privada. Les gusta el Estado y les gusta la inversión pública. Lo que no entienden es que los fondos públicos provienen de la ciudadanía, del sector privado. Pero ellos dan por hecho que el Estado tiene todo el dinero del mundo. Hay un error ideológico de fondo pero sí, son anti empresa, anti inversión privada y recontra populistas. Muy populistas.
Ideológicamente también encontraron en Cateriano una piñata. Un discurso, en el fondo, es un discurso. No es más que palabras, papeles y tinta. En realidad a los políticos se les ve en la cancha, en la trayectoria de trabajo. Entonces [el discurso] es un formalismo que no debió merecer una denegación de confianza, realmente le hicieron un gran daño al país. Yo lo he vivido como gobernador… cuando no hay estabilidad sectorial –y por decir sectorial en salud, sectorial en infraestructura, sectorial en agricultura– todos esos sectores se paralizan durante semanas largas y no se hace nada. Entonces, la gente no se da cuenta del terrible daño que causa la alternancia ministerial, porque –para mala suerte nuestra– en el Perú la alternancia ministerial implica alternancia funcional. Y eso está mal. No hay carrera pública… todos los directores generales y regionales paran de trabajar y esperan órdenes del ministro. Incluso muchos cambian. Estaba sacando la cuenta ayer… en dos años de la gestión de Vizcarra hay cinco gabinetes. Eso es un fracaso estrepitoso, ese estilo de gestión no conduce a nada bueno.
A propósito de lo anterior. ¿Cómo cree que las propuestas populistas vayan a afectar la elección del 2021? ¿Le preocupa?
El populismo es bien atractivo… es dulce. El populista te ofrece empleo, te ofrece bienestar, te ofrece agua, te ofrece salud gratuita, educación. Yo confío que ya los peruanos estamos curtidos, pero siempre hay varios incrédulos que le hacen caso a los populistas. Yo sí creo que el mensaje autoritario cala por el hartazgo que hay respecto a la corrupción. Entonces sí, el populismo es una amenaza y lo estamos viendo en todo Latinoamérica… en realidad en todo el mundo, empezando por Estados Unidos e Inglaterra. El populismo es atractivo y hoy se puede dirigir una elección generando miedos y recurriendo a los apasionamientos. Entonces sí, es una amenaza.
A su criterio, ¿Qué cosas buenas ha hecho este Gobierno?
Siempre se puede ser peor. Quizás el equilibro fiscal que está en la esencia del BCR y del MEF. Eso se ha respetado… el Perú es muy sólido macroeconómicamente. Mal que bien, todavía se permiten las inversiones privadas con mil trabas y burocracia y tramites innecesarios. Pero no somos Venezuela, no somos Argentina, no somos el mismo Brasil. Pero yo sí creo que nos estamos deteriorando, el tiempo está jugando en contra de la estabilidad económica peruana y del crecimiento económico. Antes de la pandemia ya se notaba la desaceleración. El Gobierno, por su inacción, por su debilidad, por su pusilanimidad nos está haciendo mucho daño. Podemos estar peor, pero es muy poco lo rescatable.
De la misma manera, ¿Qué cosas buenas ha hecho el Congreso?
El Congreso es muy importante, yo no niego la importancia del poder parlamentario porque legisla, fiscaliza y representa. Pero el Perú –en general– tiene buenas leyes. Por supuesto hay leyes que deberían de corregirse, pero el Perú ha demostrado que el marco normativo actual –basado en la Constitución del 93– y con las mismas leyes que tenemos ahora vigentes, se puede progresar. No ha sido la norma lo que impidió la inversión en Tía María –por poner un ejemplo–, fue la pusilanimidad del presidente Vizcarra que cedió a la presión del gobernador de Arequipa. Entonces, simplemente cambiando de actitud y aplicando las mismas leyes peruanas, y sancionando los actos vandálicos, se pueden hacer cosas.
Yo creo que están equivocados aquellos que dicen que si no tienes mayoría parlamentaria, no puedes gobernar. Yo estoy en desacuerdo con esa apreciación. Obviamente, hay que tratar de llevarse bien con el Congreso… el Congreso siempre es provocador. Pero con las leyes actuales se puede gobernar. Incluso se puede sancionar la inoperancia, el maltrato, la holgazanería. La gente dice que la ley laboral en el Estado es muy rígida… yo estoy de acuerdo que es rígida, sin embargo sí se puede sancionar cuando un funcionario maltrata a un ciudadano. Pero nadie aplica la ley. Por otro lado, se puede descubrir a los buenos funcionarios del Estado –que los hay– y promoverlos, incentivaros y trabajar con ellos. Yo sí creo que se puede trabajar, a pesar de la precariedad del Parlamento. Se puede gobernar bien con las leyes actuales.
Muchos plantean una dicotomía entre economía y salud en esta coyuntura ¿Tiene sentido pensar así?
No, para nada. Es la misma cosa. Salud sin economía es muerte y economía sin salud también lleva a la muerte. La relación es circular. A mejor economía, mejor salud y a mejor salud, mejor economía. Es absolutamente circular. Por eso el concepto de valor compartido, propuesto por Michael Porter y tan de moda ahora. Lo que a mí me sorprende es cómo el Estado se resiste a invitar al sector privado para que invierta en salud pública.
Nosotros en el Perú tenemos dos casos muy exitosos; el hospital Barton en el Callao y el Kaelin en Villa María del Triunfo. Son dos hospitales de EsSalud para brindar servicios cuasi-públicos como el seguro social… pero diseñados, construidos, operados y mantenidos por empresas privadas especializadas. Empresas privadas e inversión privada brindando servicios públicos funciona muy bien, entonces ahí se da esta relación circular que es tan importante. La economía genera buenos servicios de salud y la gente sana, por supuesto, repercute en la productividad del sector empresarial. Es ambos a la vez.
Se necesitaba abordar el tema de la pandemia con todo el rigor técnico de la salud… el monitoreo de los infectados, el blindaje de la gente sana y todo ese proceso, pero no se debió desatender la parte económica a través de estas cuarentenas productivas. Las cuarentenas productivas se debieron dar en minería, en construcción de infraestructura, en pesca. Se pudo haber diagnosticado a los hombres del mar –me refiero a la pesca industrial– y guardar las distancias dentro de la bolichera, y seguir pescando y generando riqueza con control epidemiológico. Pero todo eso se perdió, y la verdad es que la economía se hundió. Ha colapsado.
La gente todavía no se percata. Yo digo dos cosas que van a aparecer en las próximas semanas. Primero, los incumplimientos de pagos de las deudas bancarias, porque los primeros 3-4 meses ha sido la prórroga pero ahora vienen los vencimientos y la gente no está pagando. Segundo, el colapso de la recaudación fiscal. La recaudación del IGV en estos meses de cuarentena ha sido prácticamente nula… y el Estado es IGV-dependiente. Y en menor medida, pero también significativamente, el impuesto a la renta. El Estado peruano está sin recursos fiscales producto de la pandemia y de la parálisis económica. Va a haber una reducción presupuestal brutal el próximo año, muchos programas e instituciones redundantes van a tener que desaparecer y eso recién se va a ver en unas semanas o meses.
Se habla mucho del mundo pos-COVID-19 ¿Cómo ve usted al Perú después de la pandemia?
Tiene que ser un Perú vacunado y libre de coronavirus. Esta nueva normalidad no es nunca viable. Eso de trabajar como estamos trabajando hoy… donde mucha gente está en sus casas, en los restaurantes –por mas que hayan abierto– nadie se sienta a tomar un café por temor. Donde los partidos de futbol se juegan sin público. Donde si te subes a un bus sin protector facial te bajan del bus. Esa normalidad es muy ineficiente. Ahora, en esta situación no hay otra alternativa. Entonces, el mundo sólo será normal después de la vacuna donde desaparezca la amenaza del COVID-19. Por la información que uno lee, estamos cerca de ese momento. La vacuna ya se está probando en miles de personas con muy buenos resultados.
Después de la vacuna, el Perú va a ser ‘un avión’ si es que se desatan los nudos de las inversiones. En minería nomás hay 40,000 millones de dólares… pero en vivienda hay otros 40,000 millones de dólares que podrían fluir al sector si es que se promueve –bajo esquemas privados– programas masivos de urbanizaciones populares para contrarrestar lo que la pandemia nos ha mostrado, que casi 2 millones de familias no tenían casas. Me parece penoso las trabas que pone el propio Gobierno en cerrar las brechas en infraestructura a través de modelos de concesiones privadas. Me refiero a puertos, ferrovías, carreteras, aeropuertos, líneas de transmisión de energía, líneas de transmisión de datos… todo eso es concesionable y ahí nomás hay 100,000 millones de dólares de brechas. Yo lo que veo es al Perú como el país más preparado para salir de este hoyo económico en el que nos encontramos, con inversiones altamente productivas financiadas por el sector privado. Yo tengo mucha fe en la salida violenta del Perú de este hoyo, lo único que tiene que haber es actitud y eso es lo que no hay en este momento. Por eso yo tengo mucha esperanza en el próximo gobierno, que sea el que cambie de actitud y atraiga este proceso de inversión que nos saque del hoyo.
Finalmente, se ha hablado mucho de su posible candidatura a la presidencia en el 2021 ¿Piensa postular o son habladurías?
Yo he dicho que soy materia dispuesta. Efectivamente, hay varios partidos que se han acercado y me han invitado a participar como candidato presidencial, y estoy muy agradecido. Pero en todos los casos, mi respuesta es únanse primero. A mí no me gustaría participar en una elección con 26 candidatos, y no es por que me corra de la competencia, sino que de los 26 hay 15 afines que piensan igual, cuyas ideologías son comunes. Entonces, a mí no me parece correcto ir con ese esquema de atomización para ofrecer lo mismo. Creo que el electorado tiene que poder discernir entre opciones de gobierno claramente diferentes… pero no puede ser que vayan 10 partidos con la misma ideología, con el mismo programa de trabajo a sacarse los ojos unos de otro. La respuesta es que soy materia dispuesta… y se sienten pasos, cada vez se escucha más a gente que propicia la unidad de partidos. Me gusta ese mensaje, yo lo respaldo plenamente. Salvador del Solar lo dijo… no es momento de individualidades, es momento de unidades. En esas condiciones, soy materia dispuesta.