¿Cómo hacemos política?

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Alguna vez se han preguntado ¿Cómo es que hacemos política? La política, más allá de lo desprestigiada y repulsiva que le pueda parecer a algunos, es, en realidad, un elemento común en el actuar social de las personas. Una consecuencia de vivir en sociedad es tener un interés político, una opinión y preocuparse por el “bien de la polis”, es decir, de todos los que nos vemos inmersos en ella.

A partir de esta idea, les vuelvo a preguntar ¿Alguna vez se han puesto a pensar en cómo se lleva a cabo la política en nuestro país? Y no hablo de escándalos o corrupción solamente si no de cómo se manejan los partidos políticos, las campañas, las huelgas, los intereses de diversos sectores, la representación de esos sectores y un largo etcétera que engloba todo el actuar y lo que significa el “hacer” política.

En el Perú tenemos un gran monstruo amorfo con respecto a la política. La dinámica, partiendo de los partidos, es bastante variada y esta contiene  de todo y para todos, desde partidos que se originaron en la imagen de un “outsider” que (paradójicamente) estaba en contra de lo tradicional (los partidos políticos tradicionales) hasta partidos históricos, como el APRA, que, como menciona Steven Levitsky, han caído en la personificación y en la confusión de intereses perdiendo la sólida base que alguna vez tuvieron, todo esto sin mencionar que hoy en día tenemos un consorcio de universidades que produce enormes montos de dinero, hecha partido, el cual también esta personificado.

Lo mencionado arriba es digno de otro espacio donde se pueda discutir, sin embargo, es necesario precisarlo para poder afirmar que no debería sorprendernos que nuestro actuar político frente a intereses diversos este tan deteriorado. Los peruanos estamos acostumbrados a una misma rutina política producto de la mezcla entre partidos históricos que ya perdieron de vista sus ideales y partidos nuevos que se entregan a la personificación (aplicable para ambos) o al integrar los intereses de un sector no representativo solo con el fin de participar en las elecciones; sin un ideal detrás.

Acostumbrados a las mismas campañas, con las calles llenas de afiches, propagandas y publicidad, a candidatos que atacan y no proponen, a todo tipo de prejuicios y difamaciones, al mal menor, etc. Hoy en día la política se hace solo en épocas electorales y lo que llamamos “actividad”, “estrategia” o “actuar” político es simple sensacionalismo para poder resaltar a un candidato. Los escándalos o las “divertidas” anécdotas son síntoma del deterioro de la actividad política en sí donde el candidato tiene que recurrir a métodos banales con el fin de alcanzar la atención que sus propuestas y sus ideas no alcanzan.

Pero la política es una vía de doble sentido y en sí también un círculo vicioso debido a que, si bien nuestros principales canales entre el Estado y la sociedad no son lo ideal, el interés social en la política y lo que respecta a ella tampoco lo exige, es decir, la demanda por una actividad política seria es vaga y esta, a su vez, es vaga porque no conocemos otras formas de hacer política debido a que nuestros principales medios de representación nos tienen acostumbrados a lo anteriormente mencionado.

Es importante que de vez en cuando nos acordemos que si no nos gusta cómo se hacen las cosas y más aún si no nos gusta cómo nos representan tenemos completa facultad para expresarlo y porque no, sugerir nuevas formas. La costumbre suele hipnotizar y asimilar que lo que nos presentan está bien siempre y cuando no altere el statu quo; sin embargo, nunca está de más querer mejorar aquello que se puede mejorar.