Este fin de semana, Business Insider publicó un artículo titulado Harvard Business School rejected these students with absurdly impressive backgrounds (“Harvard Business School (HBS) rechaza alumnos con experiencias absurdamente impresionantes”). La nota empieza así: “En la mayoría de escuelas “elite”, el proceso de admisiones puede ser bastante cruel e impersonal”.
Al leer esto, mi primera reacción fue de incomodidad. Recordando mi propio proceso de admisión a HBS, puedo afirmar con seguridad que éste fue el más cercano, personalizado y respetuoso. La oficina de admisiones en todo momento se mantuvo en constante comunicación conmigo, notificándome mi estatus en el proceso (aún cuando no hubiera un hito decisivo) y los próximos pasos a seguir. Asimismo, cada vez que los llamé por teléfono, respondieron amablemente todas mis dudas (por tontas que fueran) y nunca dejaron de enfatizar lo agradecidos que estaban de que haya decidido tomar parte de su proceso de admisiones (aún en la etapas en las que no era tan evidente que me iban a admitir). Por otro lado, las etapas del proceso de admisión evidencian que éste ha sido diseñado pensando en dos cosas: primero, hacerle la vida lo más fácil posible al postulante (ensayo opcional y de tema libre, no necesitas enviar ningún documento físico durante el proceso, web fácil de navegar, etc.); y segundo, conocer al candidato a nivel personal y no sólo como un consolidado de logros y credenciales (nuevamente el ensayo de tema libre, reflexión post entrevista que te permite decir todo lo que te quedaste con las ganas de decir).
Sin embargo, aunque uno puede intentar hacer de este el proceso menos doloroso del mundo existen límites duros. Uno de ellos, lamentablemente, es recibir una respuesta negativa (sea de Harvard como de cualquier otra universidad), y esto no puede ser menos doloroso, sin importar si te lo dicen por teléfono, por e-mail o por carta.
Luego de afirmar que los procesos de admisión al MBA son crueles e impersonales, el artículo describe el récord (bastante impresionante) de un par de candidatos que no lograron ser admitidos por HBS, como ejemplo de la calidad de profesionales que se encuentran en el grupo de los que no ingresaron. No contentos con esto, al final del artículo ofrecen un enlace a la fuente original de esta información, “Poets and Quants”, un conocido blog con información para postulantes a MBAs internacionales (no voy a negar que yo lo leía también cuando estaba postulando), donde describen el perfil de más de cuarenta otros candidatos. Y no sólo eso: Sandy Kreisberg (fundador de HBSGuru.com) les explica en público por qué no ingresaron a las universidades que querían.
Lo que me incomoda de todo esto, primero, es que si bien reconozco que hay muchísimos candidatos extraordinarios en el grupo de los postulantes que no ingresaron (sin ir muy lejos, tengo amigos que sé que son personas y profesionales excelentes y finalmente no entraron a HBS sino a otras escuelas igual de prestigiosas), al leer en frío estas descripciones yo misma me siento bastante menos impresionante que todos estos ejemplos. Y a pesar de que la oficina de admisiones nos ha repetido un centenar de veces que no se equivocaron con ninguno de nosotros, y que el proceso es demasiado concienzudo como para admitir a alguien que no querían, no es difícil sentirse un poco menos merecedor al lado de compañeros de clase con currículos realmente asombrosos.
Esto me hace pensar que el proceso es realmente personalizado y que tener el GMAT más alto, el currículo más sorprendente y la mayor cantidad de extracurriculares no te va a asegurar la admisión a ninguna escuela, sino más bien un factor más personalizado que realmente no es observable en estas descripciones pequeñitas e impersonales que con poco éxito buscan resumir todo lo que son estas personas, que enviaron su información para ser publicada al mundo, tal vez en busca de respuestas.
Esto me lleva a mi segundo punto, las respuestas. Para empezar, creo que ninguna persona externa al proceso podría dar una explicación siquiera medianamente certera sobre las decisiones de admisiones de las distintas escuelas, menos indicar exactamente “en qué se equivocó el candidato”. No suficiente con intentar dar un veredicto para el cual no tiene la suficiente información, muchas de estas respuestas son del tipo: “Realmente no sé que pasó con tu aplicación, tienes todos los elementos para ingresar a cualquier escuela, yo te hubiera admitido”, lo cual es completamente inútil. En estos casos, obviamente algo salió mal en algún punto del proceso, o también cabe la posibilidad de que externalidades hayan influido en la decisión de una u otra escuela; lo que muchas personas llaman “suerte”. Al final, leer artículos así me dejan un sabor a morbo, donde utilizan las historias de personas reales, aprovechando que están en un momento vulnerable y que aceptan compartir sus experiencias en busca de respuestas, para luego sólo recibir condolencias.