Hace pocos días dos suboficiales de la policía fueron asesinados a sangre fría en el Rímac después de que su patrullero trató de perseguir a un grupo de “marcas” en pleno proceso criminal. Los nombres de los suboficiales Gustavo Romero Zevallos y Joel Sánchez Anaya se suman así a la larga lista de víctimas policiales del crimen organizado. Sus viudas recibirán una mísera pensión y el Perú seguirá olvidándose de sus Fuerzas Armadas y Policiales. Es hora que cambiemos.
La larga experiencia de diversos países y ciudades en la lucha contra el delito y el crimen nos demuestran que se requiere una estrategia integral y diversificada para la lucha contra el delito: desde plataformas deportivas para los jóvenes en los grandes barrios populosos, hasta penas muy severas para crímenes que resultan en la muerte, pasando por comisarías de policía conectadas con la población de los barrios, mejoras sustanciales en la remuneración de la policía, y sistemas judiciales y fiscales incorruptibles, y muchas otras cosas más de las cuales hemos hablado a lo largo de los años. Las experiencias exitosas contra el crimen en lugares tan diversos como Nueva York, Panamá, Santiago de Chile, Bogotá y muchos otros nos demuestran que no hay una sola medida que resuelva todo.
Pero hay un castigo que sí debemos evaluar bien en el Perú: las penas carcelarias acumulativas. Hoy en el Perú la condena es por el crimen más severo. Por ejemplo, un criminal que mata a varias personas recibe una pena de 20 años, que es lo máximo por condena. Pero puede salir rápidamente mediante el sistema de “2 por 1”, el cual reduce la pena a la mitad. Por buena conducta y otros calificativos podría salir a los 7 u 8 años. Tenemos que cambiar este sistema.
Los asesinos de los suboficiales Romero y Sánchez ya habían estado en manos de la justicia, pero fueron soltados y fueron reincidentes. Lo mismo ha pasado con cantidad de otros conmutados e indultados, que regresan a sus antiguas labores con impunidad. Debemos implantar un sistema mucho más efectivo, en el cual las penas son acumulativas: por ejemplo, 8 asesinatos representan 160 años de cárcel, sin conmutación posible. No hay duda que la implementación de este tipo de medida pararía en seco los asesinatos, que están en un verdadero auge en varias zonas del Perú, en particular en Lima y Callao.
Otro gran tema es el de la inteligencia policial. Si bien se han hecho varios esfuerzos a lo largo de los años, el actual sistema que reemplazó a la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) no ha funcionado bien. La inteligencia efectiva es la mejor manera de combatir el crimen organizado, especialmente cuando está dominado por la droga. Debemos regresar al antiguo sistema, pero naturalmente modernizado. La inteligencia efectiva puede tener logros visibles y reales en comparación con propuestas efectistas como la idea del “ejército en las calles”.
Nosotros creemos que el sistema penitenciario debe permitir a los jóvenes, que son la mayoría de los que están en las cárceles, muchos de ellos sin sentencia, reconstruir su vida. Para eso proponemos cárceles educativas, en las cuales los jóvenes puedan aprender un oficio para reinsertarse en la sociedad cuando regresen a ella. Pero eso no quita que para crímenes violentos tenemos que tener sistemas absolutamente justos y duros, tales como las penas acumulativas. En el Perú debemos absorber las lecciones de otros países, que son muy diversas pero que todas ellas demuestran que se necesita una mezcla de penas justas pero duras para crímenes violentos, con acumulación de penas y sin posibilidades de salir por la puerta falsa de los indultos y privilegios que la sociedad rechaza. Pero al mismo tiempo necesitamos una política que motive a los jóvenes a través de la educación y el deporte, con centros deportivos y culturales en los barrios del Perú, promovidos y apoyados por las grandes empresas, en los cuales los jóvenes reciban orientación y motivación.
No hay nada como el deporte para estimular a la juventud. En la misma categoría está la cultura: “Sinfonía por el Perú” el grupo de orquestas juveniles que promueve Juan Diego Flórez, es una de las grandes iniciativas culturales que merece más apoyo. En Venezuela hay un movimiento similar que empezó hace varias décadas y ha tenido un tremendo éxito motivacional en la juventud.
Hay muchas otras cosas que necesitamos, en particular una reforma del sistema judicial. El sistema es vetusto y polvoriento. No hay duda que hay buenos jueces y fiscales, pero también no hay duda que la sociedad no respeta a nuestro sistema judicial. Tenemos que modernizarlo, simplificarlo, y hacer el Consejo Nacional de la Magistratura, la entidad que nombra y evalúa a los jueces y fiscales, sea totalmente reformada. Todo esto será un proceso largo, pero debemos empezar desde ahora con penas acumulativas en vez de seguir con la tragicomedia de esquemas que permiten que los pericotes y las ratas se escapen tranquilitos y regresen al crimen y a malograr nuestra sociedad.