Cuando se adultera la historia, por Víctor García Belaunde

«Encontré una serie de documentos falsificados que tenían como propósito la glorificación de Prado ante la historia del Perú, y que estas alabanzas fueron fraguadas y ejecutadas a la muerte de este personaje.»

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Al escribir el libro “El Expediente Prado”, mi principal propósito fue el de esclarecer la historia de Mariano Ignacio Prado, un personaje bastante controvertido cuyo paso por el poder manchó la institución de la Presidencia de la República: la deserción del mando en plena guerra contra un país en donde él tenía invertida su fortuna.

Durante mi investigación tuve una serie de sorpresas, bastante ingratas por cierto, porque comencé a encontrar una serie de documentos falsificados que tenían como propósito la glorificación de Prado ante la historia del Perú, y que estas alabanzas fueron fraguadas y ejecutadas a la muerte de este personaje.

En el año 2016, realicé un estudio publicado en la Revista Nro. 16 del Archivo General de la Nación (AGN), demostrando la falsedad de una carta atribuida a José Gálvez que fuera insertada como auténtica por Fernando Romero Pintado en el tomo VIII volumen 2 de la Historia Marítima del Perú.

Posteriormente en uno de mis viajes a Chile, adquirí un libro que recogía la correspondencia de Manuel Blanco Encalada, y en el texto se incluían dos cartas de Miguel Grau donde explica a su colega la situación angustiante por la prisión a la que fue sometido por Prado al no aceptar el mando de un marino extranjero y ser procesado por traición a la patria. Este ensayo también fue publicado en la revista del AGN Nro. 32. Con ello se derrumbaba el mito de que nuestro héroe máximo pasaba vacaciones con otros marinos durante su carcelería en la isla San Lorenzo.

En otro ensayo, próximo a ser publicado, demuestro la falsificación de una carta atribuida a Leoncio Prado, y no soy yo el que descubre la mentira sino el señor Andrés Cloud en Huánuco quien encuentra varias versiones de aquel documento. Y también tengo cómo sustentar que el regreso de Prado al Perú fue gracias a su esposa que logró obtener de Antonio Arenas una amnistía personal para su cónyuge y que no fue Cáceres quien lo perdona o rehabilita.

No es fácil esclarecer la historia y lo dicho arriba tiene una carga impresionante de inadmisibilidad por instituciones y personas en no aceptar ante las pruebas el engaño para reivindicar a un personaje tan negativo.

Recientemente ha surgido un nuevo reto, porque se ha venido difundiendo en el exterior primero, y repitiendo sin mayor investigación en nuestro país, la presentación de Fernando Belaunde como genocida; que su libro “La Conquista del Perú por los Peruanos” es un manual de ocupación de la selva como lo hicieran los españoles con el Imperio incaico; que Belaunde ordenó personalmente bombardear con napalm a la etnia matsé y que se trajeron helicópteros norteamericanos para ese cometido, además de otros absurdos atribuidos a hechos que no concuerdan para 1964.

El iniciador de toda esta novelesca farsa es el antropólogo italiano Stefano Varese quien en textos diferentes a nuestro idioma mal informa o miente, afirmando que eso lo había denunciado en textos publicados a fines de los años 60’s, como la revista Amaru: de la revisión de aquella publicación no se encuentra nada. Posiblemente todo esto obedezca a una posición ideológica, ya que Varese dice haber trabajado para SINAMOS, órgano de la dictadura militar de Velasco y que él lo tomó como desafío en una “democracia nueva” (sic).

Si ayer se callaron muchas cosas, en esta oportunidad y ya con las pruebas en mano, no voy a permitir se mansilla la memoria del dos veces presidente del Perú, y menos por un extranjero que obedece a personalismos. Fernando Belaunde es recordado, entre otras cosas, porque integró nuestra Amazonía al resto del país con obras, con políticas de estado tendientes al desarrollo y con una clara visión de futuro, así como integrando también a las diferentes etnias existentes en nuestra extensa selva. ¡Ya es hora de poner las cosas en su lugar!

 

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