[EDITORIAL] Cuentos chinos

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Los riesgos asociados a la desaceleración de la economía de China, la segunda más grande del mundo, no deberían pasar desapercibidos. Su crecimiento, que en su mejor momento alcanzó 14.2% (en 2007), ha descendido ahora a casi la mitad, 7.4% (en 2014). Asimismo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica una expansión de 6.8% para este año y de 6.2% en 2016. Los diarios financieros alrededor del mundo continuamente dan cuenta del deterioro de su sector inmobiliario, de la quiebras de algunas empresas pequeñas y medianas, y de los peligros inherentes a lo que se conoce como la “banca sombra” de ese país.

Sin embargo, ante esta situación algunos medios y columnistas locales han continuado insistiendo, equivocadamente en opinión de este diario, dos cosas: primero, que la desaceleración china es parte de un “plan”, por lo que no hay razón para preocuparse; y segundo, que el Perú aún puede crecer en torno a 7.0%. Ambas nociones no sólo son erróneas sino que resultan peligrosas en el actual contexto de desaceleración.

Aunque efectivamente el Plan Quinquenal de China, elaborado por el gobierno, preveía un crecimiento menor entre 2011 y 2015, la desaceleración ha resultado ser abrupta: de crecer 9.3% en 2011, el país pasó a crecer 7.8% en 2012, 7.7% en 2013 y 7.4% en 2014, resultados que serían mucho menores de no haber mediado múltiples estímulos por parte del gobierno en los últimos tres años. Esto dista mucho, como parecen creer algunos, de una situación ya prevista y planificada, especialmente cuando el propio gobierno fijó una meta de 7.5% que no logró cumplir el año pasado, algo que no ocurría desde 1999. La desaceleración en China es severa y debe llamar nuestra atención por las implicancias que tiene para el Perú, pues dicho país es nuestro principal socio comercial, por encima incluso de los EE.UU.

Y es precisamente el sector externo de China el que muestra algunas de las señales más preocupantes de desaceleración. Las importaciones chinas crecieron apenas 0.4% en 2014, luego de crecer 7.3% en 2013, 4.3% en 2012 y un sorprendente 24.9% en 2011. Aunque el retroceso de los precios de varias materias primas, entre ellas el petróleo, ciertamente contribuyeron a esta desaceleración, las compras que China realiza al mundo (incluyendo al Perú) se han venido debilitando desde hace un año, mucho antes de las caídas en los precios mencionadas anteriormente. La situación es por lo tanto más adversa para economías pequeñas como la nuestra, que no sólo enfrentan términos de intercambio más bajos (en 2014 cayeron 5.7%) sino que también se encuentran expuestas a la debilidad de su principal socio comercial.

Tal vez lo que resulta más preocupante es que, en este contexto, se insiste con que el Perú puede alcanzar tasas de crecimiento de 7.0% si tan sólo se reactivara la confianza o se redujera el ruido político. Nada puede estar más lejos de la verdad. ¿Cómo puede nuestro país, nos preguntamos en este diario, pretender crecer 7.0% cuando incluso la economía más pujante del planeta encuentra problemas para hacer precisamente eso?

Cabe destacar que esto no significa que el Perú no pueda, algún día, crecer a dicha tasa y superar a países como China. Por el contrario, no es sólo eso posible, sino que debe ser un objetivo nacional. No obstante, resulta evidente que en este momento el Perú no es capaz de hacerlo dada su brecha de infraestructura y pobre educación. Si un país como China, con un PBI per cápita parecido al nuestro pero con infraestructura mucho más avanzada y resultados educativos muy superiores, encuentra problemas para crecer por encima de 7.0%,  es irresponsable postular que algo así puede lograrse aquí en el corto plazo.

Por el contrario, lo que es necesario es redoblar esfuerzos para que esas deficiencias sean subsanadas. El Banco Central de Reserva, y sobre todo el gobierno, bien harían en dejar de lado anuncios de crecimiento entre 4.0% (este año) y 6.0%  (en 2016) y concentrar su atención en las medidas necesarias para fortalecer el potencial de crecimiento del próximo quinquenio. Lo demás son cuentos chinos