En esta era del conocimiento resulta de vida o muerte el desarrollo de culturas organizacionales abiertas al aprendizaje.
Para ello se requieren políticas, pero sobretodo la decisión de los líderes de promover organizaciones sanas en donde pueda florecer todo el potencial de las personas.
Percibo en las organizaciones en Perú, en especial en organizaciones grandes y antiguas una tendencia a la jerarquía y a la burocracia que impacta negativamente en el ambiente laboral produciendo rigidez, quitando grados de libertad y la autonomía necesaria a los colaboradores, desacelerando el desarrollo del talento para enfrentar con mayor capacidad el cambiante entorno empresarial.
Así mismo existen culturas, ya sean de mayor o menor tamaño y antigüedad, en donde sus líderes y colaboradores impactan en la salud de la misma con paradigmas limitadores del talento y conductas disfuncionales que contaminan el clima laboral, como por ejemplo: el narcisismo, el perfeccionismo, el histrionismo y la conveniencia.
Esto último, sumado a la cada vez mayor demanda por cumplimiento de objetivos hace difícil el despliegue del talento. Por el contrario: prácticas que psicológicamente no transmiten seguridad, en medio de un entorno en sí mismo demandante, provocan que las personas tiendan a experimentar mayores niveles de ansiedad y temores que secuestran la capacidad cognitiva y el desarrollo de todo el potencial que albergan, como apreciamos en la lámina de C. Edmondson, que compartimos a continuación:
Esto nos lleva a reflexionar sobre los niveles de toxicidad que tenemos en las organizaciones. Esta surge cuando los líderes y colaboradores han deteriorado su carácter con enfermedades motivacionales como: soberbia, ira, vana-gloria, envidia, avaricia, etc.
Estas enfermedades motivacionales terminan mermando la calidad motivacional de las personas y empujándolas a tratar a los demás en función a sus miedos, apegos e intereses.
Sólo el amor supera el temor, transmitir colaboración y confianza en una cultura empresarial destierra el individualismo y el miedo a fallar, permitiendo multiplicar la capacidad del ser humano de aprender, arriesgar, innovar y emprender.
¿Cuánto valor se pierden las organizaciones al no preocuparse de fomentar ambientes psicológicamente saludables?, ¿cuánto talento reprimido?, ¿cuánto bien desperdiciado?