El fin de semana que acaba de pasar tuvimos el viernes libre. A diferencia de la mayoría de mis compañeros que decidieron huir de la continua tormenta de nieve (van tres días que nos han cancelado clases hasta la fecha, algo nunca antes visto en Harvard), decidí quedarme en Boston. En realidad, lo hice sin darme cuenta, ya que por volada me quedé sin tickets para el paseo de ski que organizaron unos amigos. Pero bueno, digamos que decidí tener un fin de semana casero.
También me olvidé que este fin de semana era la bienvenida a los estudiantes recientemente admitidos y que pertenecen a la promoción que iniciará clases en agosto de este año. Ya que me quedé en Boston, decidí ayudar al equipo de admisiones. Todas las escuelas de MBA organizan, alrededor de estas fechas, un fin de semana en el que, a través de una serie de actividades, dan a conocer la esencia de su programa con la finalidad de convencer a los estudiantes de la promoción entrante que finalmente acepten su oferta de admisión. En el caso de HBS, el programa fue, a grandes rasgos, un desayuno donde los “nuevos” alumnos compartieron con nosotros “los viejos” nuestra experiencia en el programa hasta la fecha. Luego tuvieron una clase de prueba donde desarrollaron un caso con los profesores de la escuela. A la hora de almuerzo nos volvieron a mezclar, viejos con nuevos, para que hagamos una presentación de lo más resaltante del primer semestre, y continuamos con un discurso del decano. Al final, cerraron el día con un cocktail y una fiesta, nuevamente con nosotros los “viejos”.
Si bien cuando yo ingresé al programa no tuve ni tiempo ni presupuesto para venir hasta Boston por el fin de semana, conocer a los nuevos alumnos de HBS me hizo sentir algo de nostalgia. Me identifiqué con estas personas que llegaban, muchos de ellos por primera vez, a este campus enorme y con pinta de castillo, entre emocionados y sorprendidos por la serie de atenciones que reciben en esta particular etapa del proceso (porque nadie es más amable que cuando te están vendiendo algo). En particular, muchas de sus preguntas me hicieron acordar a las dudas que yo misma tenía al pasar por el mismo proceso de decisión. ¿Debería vivir en la universidad o fuera? ¿Qué cosas has descubierto dentro del programa que hubieras querido saber antes de tomar la decisión de venir? Si tuvieras que elegir de nuevo, ¿vendrías a HBS? ¿Qué es lo que más te gusta de estar acá? ¿Qué es lo que menos te gusta? ¿Qué es lo que más valoras del programa en línea con tus metas profesionales y qué quieres hacer luego del MBA?
Si bien respondimos a todas sus dudas con la información que tenemos hasta el momento, sinceramente creo que aún no puedo responder a todas las dudas que tenía antes de venir. Es más, probablemente hoy tengo más dudas que cuando entré, pero no sobre mi elección. Sí, si tuviera que elegir de nuevo, elegiría HBS con todo y su nieve infinita (por favor, alguien desentierre mi tacho de basura). Sin embargo, realmente no tengo cómo explicar mi proceso de decisión, no sé qué información adicional me hubiera sido útil para decidir de manera distinta y tampoco tengo idea de qué quiero hacer con mi vida luego del MBA. Es más, antes de empezar clases creí que lo sabía, pero ya no.
Decidí hacer un MBA porque, dados los testimonios de exjefes y amigos, concluí que necesitaba esta experiencia para: 1) expandir mis conocimientos de negocios y aplicarlos a una variedad de problemas reales fuera de mi industria de expertise; 2) desarrollar mis redes de contactos profesionales, aprender de ellos y construir amistades que durarán por el resto de mi vida; 3) redefinir mi propósito en el mundo, maximizar mis alternativas profesionales, escoger la adecuada y crecer como persona y potencial líder. Decidí venir a HBS porque cuando visité la universidad no me quise ir. Sentí un “no sé qué” que me dijo: “Quédate acá” y así lo hice y soy feliz. Mientras lo siga siendo, eso es lo que cuenta.