Hace un par de semanas la ex congresista nacionalista, Verónika Mendoza, lanzó entre bombos y platillos su pre-candidatura a la presidencia con el movimiento Sembrar como parte del Frente Amplio). Más allá de los problemas técnicos de ese día (una muy mala conexión que no le permitió hacer un adecuado streaming), el lanzamiento de la congresista Mendoza generó el revuelo suficiente que le ha permitido acceder a diversos medios de comunicación para comentar su candidatura.
En una de sus primeras entrevistas post lanzamiento, la mencionada congresista fue consultada sobre su posición respecto si el régimen venezolano de Maduro era o no una democracia. ¿Su respuesta? “(En Venezuela) Se han dado procesos electorales democráticos”. Curiosamente, en la misma entrevista la congresista Mendoza recordaba la dictadura fujimorista y condenaba la candidatura de Keiko Fujimori (El Comercio).
Las reacciones a las declaraciones de la congresista no se hicieron esperar desde distintos espectros políticos. Desde el sector académico y de la propia izquierda, el sociólogo Julio Cotler le increpó lo siguiente: “Hay que preguntarle (por qué no habla directamente de lo que pasa en Venezuela). De repente ella (Verónika Mendoza) cree que, efectivamente, es una democracia” (Perú 21).
Es claro que en un proceso de pre-candidaturas dentro del Frente Amplio, hacer un deslinde con la Venezuela de Maduro no es un plus. Si nos preguntamos por qué, las respuestas son varias: 1) Hay un sector de izquierda que verdaderamente cree que Venezuela es una democracia 2) Hay una cercanía innegable de la izquierda peruana respecto del régimen venezolano (aún no se esclarece la financiación de la campaña de Humala) y 3) Hay otro sector que no ve con malos ojos un régimen autoritario, siempre y cuando lo lidere la izquierda (no sorprende quienes todavía están de acuerdo con regímenes autoritarios comunistas).
Más allá de las declaraciones de Mendoza, no podemos pretender equiparar democracia con el derecho a acceder a las urnas (bajo ese mismo parámetro el régimen fujimorista hubiera sido democrático). Hace poco The Economis Intelligence Unit (EUI) preparó un informe anual de democracia para la BBC de Londres. En dicho índice, se consideró no solo el proceso electoral y el pluralismo de partidos políticos, también se verificaron las libertades civiles, la funcionalidad del gobierno, la participación y cultura política. ¿Cómo quedó Venezuela? En el último lugar de Sudamérica y superó por poco la valla existente entre régimen autoritario y “régimen híbrido”.
La conclusión de este artículo, no tiene que ver necesariamente con la calificación de Venezuela como democracia (que desde mi humilde opinión, no lo es), sino más bien con la poca claridad de la izquierda para ponerse de acuerdo sobre los modelos políticos y de desarrollo que pretenden para nuestro país. El calificativo de obsoleta, nunca ha sido más acertado.