Es positivo que, una vez más, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski se reúnan. No es un secreto que en los últimos meses la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, mayoritariamente ocupado por Fuerza Popular, ha sido, cuando menos, crispada. Así, con participación directa o indirecta del parlamento, ya cayeron tres ministros. De hecho, también pudo haber caído un cuarto pero, como sugirió el congresista Daniel Salaverry, la cuota de sangre la habían cumplido con el cese del ministro de Economía y, así, el de Interior no pasó de la interpelación.
Pero queda claro que la circunstancia es complicada. El Congreso tiene al gobierno amarrado con una soga y esto no solo porque goza de un fortísimo poder, sino también porque el ejecutivo, haciendo gala de un doloroso analfabetismo político, no solo no puede liberarse, sino que se enreda más cada vez que trata. De esta forma el diálogo tiene que ser una oportunidad para encontrar una salida inteligente a esta situación.
Pero el problema es que ambas partes parecen estar poco animadas a tenderse una mano y procurar el bien del país. El ‘timing’ de la invitación es una señal de ello. Si bien hay que celebrar que la señora Fujimori se haya animado a tomar la iniciativa, el hecho de que esto se dé luego de la eliminación de tres ministros y la ignominiosa interpelación a un cuarto, da la impresión de que más que un diálogo en pro del país, se está ante una negociación para liberar rehenes. “Ya matamos a tres, ahora negociemos antes de que mate a más”.
Por el lado del gobierno, no se puede hablar del ‘timing’, pues ellos nunca extendieron una invitación. Pero el hecho de que no lo hayan hecho delata dos cosas lamentables. En primer lugar está, por supuesto, la falta de muñeca política para ganarle por puesta de mano al rival para que no parezca, finalmente, que este tiene el poder para marcarle la agenda al presidente. En segundo lugar está que, luego de haberse enfrentado a tantos embates de la oposición, no haya tenido la humildad de aceptar que un diálogo era harto necesario para evitar más derramamiento de sangre ministerial.
La propuesta, por otro lado, hecha por Keiko Fujimori para que participe Luis Bedoya Reyes en la reunión, es extraña. Por un lado es claramente innecesaria, la investidura del presidente debería bastar para mediar cualquier diálogo. Por otro, el diálogo solo tiene sentido si involucra a personas que acumulan cierto poder concedido por la ciudadanía (el PPC no llegó a meter ni siquiera a un parlamentario), un tercer actor no tiene nada que hacer ahí y la última vez que eso ocurrió, con el Cardenal Cipriani, la reunión, por lo que vino después, fue poco auspiciosa ¿Fujimori lo habrá hecho esperando que PPK se negara y, así, hacerlo parecer intransigente? ¿Lo habrá hecho como una venia a un sector del espectro político con el que quiere generar simpatías? Eso solo lo sabrá Keiko.
Igual de raro e inexplicable es que el presidente haya respondido proponiendo llevar los temas discutidos al Acuerdo Nacional. Dicha propuesta, cuando menos, encorseta el diálogo y, al hacerlo más institucional, lo dota de una cualidad solemne que diluye cualquier ánimo de conversación amigable que podría quererse que ocurra. Similar a lo hecho por Fujimori con Bedoya, esta adición de aparentes ‘peros’ podría dar a entender que, en realidad, existen pocas ganas de un diálogo sincero.
Pero bueno, felizmente aunque sea ambos personajes se sentarán a conversar ¿qué conversarán? Difícilmente se puede esperar que el diálogo se concentre en los puntos propuestos por Keiko Fujimori, sería raro que no se aborde al elefante en la habitación: el indulto a Alberto Fujimori. Sin embargo, sea lo que sea, esperemos que el encuentro de la próxima semana no sea un saludo a la bandera y que, en efecto, desentrampe el desarrollo del país. Para ello, tanto Fujimori como Kuczynski, tendrán que mostrarse más abiertos a conciliar de lo que han venido luciendo. O sea ¡Dialoguen de verdad!
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