Divide y vencerás (a la población), por Daniella Paredes

«Un gobierno que utiliza a los pobres como medio no necesita que estos dejen de serlo, porque, si esto sucede, habrá perdido el único recurso convincente que tenía para justificar su actuar o su posición».

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En una situación de crisis y vulnerabilidad como la que afronta el Perú, el peor error que podemos cometer como ciudadanos es subestimar al gobierno de turno. Dentro de todos sus errores y toda su improvisación, Perú Libre tiene una estrategia política bien establecida: “divide y vencerás”. Este plan no supone ser sutil ni mucho menos beneficioso para el país, sino todo lo contrario. El objetivo es claro: fragmentar a la sociedad, enfrentar a los colectivos, responsabilizar a un grupo y establecerse indefinidamente en el poder.

El pasado 29 de septiembre, esta idea dejó de ser una suposición y se volvió un hecho: el 72% de los peruanos considera que el Perú es un país desunido. Una de las razones es por las diferencias sociales y raciales, lo cual resuena en la narrativa de Perú libre, pero no con el fin de generar consensos. Cinco días después de hacerse pública esta encuesta, el presidente, Pedro Castillo, dio un discurso sobre una Segunda Reforma Agraria, en el que afirmó que “los patrones y hacendados ya no comerán del sudor de los pobres y campesinos”.

No es la primera vez que el ejecutivo marca una dicotomía entre pobres y ricos con un afán netamente divisorio. Sin embargo, el conflicto recae en que estas declaraciones generan un espacio de tensión para nosotros los ciudadanos. Tendemos a estancarnos en un debate en torno a la narrativa “pueblo y poderosos”, evitando ver el problema de fondo: estamos haciendo exactamente lo que este gobierno necesita para fortalecerse y evitar que lo saquen.

A estas alturas, Pedro Castillo se ha encargado de demostrar su incapacidad para ejercer el cargo de Presidente de la República. También ha insistido junto con su partido en deslegitimar una futura vacancia por incapacidad moral permanente a través del discurso de rivalidad entre “el pueblo” y “los poderosos”. Por lo menos así lo dejó en evidencia Iber Maraví, quien dijo que “el pueblo no va a permitir que vaquen al presidente, porque eso es un golpe de estado impulsado por los grupos de poder”.

Hoy, más de la mitad de la población considera que el jefe de Estado carece de liderazgo para resolver los problemas del país, y no sería descabellado decir que más bien los fomenta. Si queremos hacer algo al respecto, debemos empezar por evitar caer en la narrativa de clases que tanto promueve el gobierno actual. De lo contrario, estaremos contribuyendo a la formulación de argumentos vagos, pero populistas; que son capaces de desacreditar cualquier medida que busque sacar del poder a quienes carecen de la capacidad para ejercerlo.

Aún queda mucho por mejorar en el país. Sin embargo, la salida no es fragmentarnos ni enfrentarnos, sino promover el desarrollo en base a la cooperación. Un gobierno que utiliza a los pobres como medio no necesita que estos dejen de serlo, porque, si esto sucede, habrá perdido el único recurso convincente que tenía para justificar su actuar o su posición. El mejor escenario para el gobierno de turno sería que cualquier acción en su contra desencadene un conflicto interno. Por ello, nuestra única defensa contra esta estrategia política es contradecirla y unirnos por el bien del Perú.

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