El 15 de mayo de 2011, en España, hubo un gran movimiento ciudadano que se identificó con la siguiente frase “no nos representan”. Este fue impulsado principalmente por las redes sociales y se concretó por la participación de diversos colectivos. “No somos marionetas a manos de políticos” y el grito de “democracia ya” fue el sentir de los ciudadanos ante una fuerte crisis institucional por el bipartidismo existente en ese momento en las cortes españolas. El resultado fue el nacimiento de nuevos partidos como el emblemático Podemos del conocido Pablo Iglesias.
En el Perú encontramos que la institución democrática por excelencia- El Congreso de la República- está teniendo hoy un alto grado de señalamiento. Su composición, con una presencia fujimorista exorbitante, ya nos hacía anticipar actuaciones tales como la del BCR o como la del calculado control político contra el ministro Saavedra.
¿El despotismo democrático es una contradicción en sus propios términos? El Fujimorismo responde con sus conductas alto y fuerte que no. Comparto enteramente la frustración generalizada de todo aquel que está enterado de los móviles que hay detrás del actuar político fujimorista, con todo ciudadano que sienta impotencia al ver que los padres de la patria no pueden articular tres palabras juntas y también con todos los jóvenes que ven como se hace un circo político de la cuestión más trascendente en el país que es la educación. Sin embargo, no comparto el doble discurso de todo aquel que aclama que se cierre El Congreso, con aquellas personas que sientan que está bien tomar fotos a conversaciones privadas y hacerlas públicas, y con los profundos críticos a Barnechea por expresar lo que libremente piensa.
Digo doble discurso ya que justamente lo que más criticamos al fujimorismo es un autogolpe, el atentar contra la privacidad y el transgredir la libertad de expresión. Ni el más entusiasmado por la psicología de masas debe levantar la voz para incentivar acciones inconstitucionales ni menos aquellas que atentan contra la voluntad democrática de la población peruana. Veo que hay doble moral porque ahora todo se relativiza. Claro, como es a una fujimorista a quien se le priva de la intimidad de sus conversaciones todo está bien. Ahora la afectación de los derechos fundamentales y el cometer un delito no depende de la acción ni de los hechos, sino, de la persona a quien se le afecta.
Benjamin Constant decía que cuando una pequeña cantidad de ciudadanos muy politizados y bien organizados actúan como si existiera una única voluntad general y ellos fueran sus intérpretes, el resultado está más cerca del despotismo que la libertad. Esto es justamente lo que está pasando. La libertad como todo derecho tiene límites. Parece que el anti fujimorismo y el respaldo colectivo que tiene no solo ha generado una desmedida exacerbación, sino que también, un alto grado de impunidad y poco ánimo de reflexión sobre las cosas que se manifiestan.
La impresentable actuación del fujimorismo no legitima respuestas antidemocráticas, no debe propiciar a la intolerancia, no debe dejar impune la afectación de los derechos fundamentales ni mucho menos buscar, como si esta fuera la única salvación, una conducta autoritaria del presidente de la República.
Esperemos que el antifujimorismo nos dé un motivo más para organizarnos, que despierte a tantos que se mantienen pasivos en la política y que podamos en la marcha del 12 de diciembre articular todas las vías constitucionales para gritar fuertemente que el partido naranja no nos representa. Hagamos como en España que esta manifestación política sea recordada como el histórico 12D.