Nadie se imaginó que un sábado de entretenimiento y descanso se convertiría en una de las peores pesadillas para los ecuatorianos.
El día sábado 16 de abril se desarrolló como un día normal y típico, las personas viajaban con sus familias a balnearios o a diferentes provincias. Hacía un buen clima y no hubo nube que tape el sol durante la tarde, todo parecía ser un fin de semana común y corriente.
Apenas comenzada la noche y siendo las 19h00 aproximadamente, un terremoto de 7.8 sacudió con terror a los pobladores de la costa ecuatoriana. Durante el fuerte movimiento sísmico los ciudadanos se encontraban descansando en sus domicilios, circulando por las calles en sus vehículos y otros paseando en los centros comerciales. Mientras la tierra empezó a temblar, la luz eléctrica cesó y el panco no se hizo esperar, la gente gritaba y buscaba rápidamente la salida más cercana a campos abiertos.
Fue casi instantánea la terrible muerte de las primeras víctimas que este desastre natural se llevó, una de ellas fue la de una joven a quien le cayó encima un pedazo de cemento mientras bajaba las escaleras mecánicas de un centro comercial, así como también fue el de un señor que perdió la vida atrapado en su automóvil que fue aplastado por un puente.
El golpe de este implacable infortunio fue devastador. En algunos sectores de la costa ecuatoriana la tierra se abrió, carreteras destruidas, puentes caídos, edificios desplomados, casas a punto de derrumbarse, personas incomunicadas, estructuras desquebrajadas, vehículos aplastados, personas desaparecidas; y lo peor de todo, personas atrapadas bajo los escombros gritando por ayuda mientras otros yacen sin vida.
El epicentro del terror fue en el cantón Pedernales de la provincia de Manabí, una de las provincias fatídicamente afectadas y a ella se suma el cantón Muisne al sur provincia de Esmeraldas. El terremoto fue 20 veces más fuerte que el ocurrido en Japón y hasta el momento se han sentido 405 réplicas en la costa.
Zonas como Jama, Muisne, Bahía, Portoviejo, Canoa, Manta, Pedernales, Chone, Calceta y Rocafuerte han sido devastadas casi en su totalidad. Han pasado más de 60 horas y la ayuda humanitaria, maquinaria pesada, así como también servicio de agua potable y luz eléctrica aun no llegan, pues las vías de acceso están destruidas y otras inhabilitadas. Muchos se han aprovechado de esta adversidad para elevar precios de agua y alimentos, así como también para zaquear almacenes.
El panorama luce como una zona de bombardeo silenciosa donde solo ha quedado destrucción y muerte. Al momento Según datos oficiales el número de fallecidos asciende a 443 y 4.027 heridos, pero voluntarios y equipos de rescate dan testimonio de su labor e indican que los cantones y pueblos a los que auxilian están desolados, pues son pocos los sobrevivientes y muchos aún continúan atrapados; con crudeza comunican la impactante realidad al afirmar que los muertos no se los puede ver porque están bajo escombros pero que si se los puede oler. En estos lugares además de agua y ayuda humanitaria, hay una urgente demanda de ataúdes dado que son tantos los fallecidos que se han agotado los féretros locales.
Dentro de toda esta desgracia, como nunca antes la sociedad civil no tardó en organizarse para ayudar a sus compatriotas. Definitivamente fueron los ciudadanos los que con mucha solidaridad han dado en abundancia, y con capacidad humana siguen ayudando en los múltiples colegios, universidades, casas, urbanizaciones, estaciones de bomberos e iglesias que han abierto sus puertas como centros de acopio para recolectar donativos. Uno de los más concurridos es el Centro de Convenciones en la ciudad de Guayaquil, lugar donde han asistido miles de personas para colaborar con la clasificación de víveres y ropa, la generosidad de los guayaquileños, quiteños y extranjeros ha sido descomunal ya que se ha logrado hacer montañas de comida, medicinas, ropa y agua. Pese a que las autoridades han colaborado, los donativos de los ciudadanos no son suficientes.
Es inevitable no conmoverse ante la desgarradora realidad, como ecuatorianos estamos más unidos que nunca por nuestros compatriotas que están dolidos, solos, damnificados y sufriendo por esta desgracia.
Como ecuatoriano que soy, es mi deber seguir rezando y ayudando concretamente al máximo de mi capacidad, solo así y uniendo el esfuerzo de todos, nos podremos levantar y salir adelante. Recen mucho por Ecuador.
Nota del Director Periodístico
Aprovechamos esta columna de nuestro amigo y colaborador ecuatoriano, Rafael Silva, para expresar nuestra sincera solidaridad con el pueblo del Ecuador y condolencias por las muertes inocetes de esta tragedia. #TodosSomosEcuador #TodosConEcuador.