Editorial: Con ‘p’ de paria

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Las cosas se pusieron especialmente complicadas para el ex presidente Alejandro Toledo cuando, la noche del viernes 3 de febrero, el Poder Judicial aprobó el allanamiento de su casa en Camacho. Esto llegaba luego de que Jorge Barata revelara que la empresa Odebrecht sobornó al ex mandatario con US$20 millones para adjudicarse los trabajos de los tramos II y III de la Interoceánica Sur. Toledo, ese mismo día, entrevistado por un diario local, negó las imputaciones y se mostró confundido por la situación: “no entiendo ni un carajo”, dijo.

Sin embargo, a diferencia de Toledo, la opinión pública entendió a la perfección lo que estaba sucediendo. Hoy, todas las dudas que el ex presidente sembró a lo largo de los años con su conducta, florecen en un caso que parece dejarlo todo clarísimo. La vorágine de cuentas bancarias, empresas huecas en el extranjero, personajes como Maiman, Avi Dan On, Adam Pollak, Melvin Rudelman y Eva Fernenbug; todos los engranajes parecen encajar perfectamente en la treta de corrupción presuntamente encabezada por Toledo.

Los ciudadanos, muchos de los cuales antaño le dieron el poder a Toledo, entendieron que tarde o temprano tendremos un presidente más en prisión. El único que no termina de comprender lo que sucede, según parece, es el mismísimo Alejandro Toledo. Él prefiere decir que todo esto es una consecuencia del patriotismo que desplegó a finales del gobierno de Fujimori, y de quienes no lo perdonan por ello. Empero, por más que lo quiera, el rótulo de ‘patriota’ ya no define al ex presidente, sino uno que le calza incluso desde antes de que se revelara su affaire con Odebrecht… Toledo es un paria.

Y es que en el transcurso de los últimos 17 años, Toledo, más que ganarse la admiración de sus compatriotas, ha ido consolidándose como una persona poco ejemplar. Desde que negó a su propia hija durante la campaña del 2001, pasando por las interacciones con medios de comunicación en estado cuestionable, los desvaríos sobre un Nobel en india y ahora la aparente comprobación de que recibió dinero de una empresa durante su gobierno; todo resulta en un ex jefe de Estado que perdió todo tipo de crédito. Toledo dejó de ser un estadista medianamente respetado, a ser la burla de los peruanos y, hoy en día, es la cara de la corrupción nacional, un apestado que dejó de contar con el apoyo de los que en algún momento fueron sus más grandes escuderos, como Waisman, Sheput, Bruce y hasta incluso la misma Carmen Omonte.

Un flaco favor a su causa le hace su esposa, Eliane Karp. Desde su propia tribuna la ex primera dama se ha esforzado en contribuir al destierro político y moral de su esposo. Y es que comentarios como “no me hagas hablar (PPK), porque yo sé lo que hiciste la última vez”, no se notan como otra cosa que desesperados manotazos de ahogado ya que si, en efecto, sabe algo sobre el presidente Kuczynski, revelaría que tiene algo de cómplice por callar el sugerido delito y, si no sabe nada, solo demostraría que no tiene verdadera capacidad de defensa ante las acusaciones vertidas contra su esposo. La extravagancia y virulencia de Karp, entonces, contribuyen a alejar aún más a Alejandro Toledo de los ciudadanos que alguna vez representó.

Así las cosas, quien alguna vez pudo jactarse de ser un patriota, hoy es un paria. Alejandro Toledo, por amor propio, debería dejar de utilizar la Marcha de los Cuatro Suyos como defensa ya que, después de eso, su conducta lo ha alejado del individuo que usaba vincha y bandeaba con vigor una bandera bicolor. De su patriotismo hoy no queda nada y más bien empieza a escucharse con mayor fuerza el grito de “¡traidor!”.