Editorial: El cambio de Julio

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La joven trayectoria política de Julio Guzmán ha sido, por decir lo menos, accidentada. Apareció (casi) de la nada como una opción nueva, hablando de cazar dinosaurios y, sobre todo, de revolucionar la política peruana. Buscó proyectarse, por su novedad, como alguien que no ha sido corrompido por los vicios de la ‘política tradicional’, como alguien con un proyecto político serio, y todo lo que ello implica.

No obstante, tras la tormenta administrativa que resultó en el naufragio de su candidatura, la impronta calmada del otrora candidato desapareció. Así, comenzó a hablar de fraude y de la suspensión de las elecciones. Así, recientemente, terminó por separarse TPP y decidió emprender una aventura política personal.

Esta última decisión, sin embargo, llama mucho la atención.

Uno pensaría que un proyecto que, como describía el mismo Guzmán, se había trabajado por un año para prepararlo para las elecciones, significaría lo suficiente para quien lo lideró como para seguir trabajando en él, haciéndolo crecer. No obstante, esta situación revela que la intención de formar una institución partidaria sólida era solo accesoria a las aspiraciones presidenciales del ex candidato.

La renuncia viene de la mano con el emprendimiento de una nueva aventura política, con un partido nuevo y, quizá, la gestación de un proyecto para el 2021. El candidato no reniega del apoyo que tiene a pesar de la inexistencia de un partido político que lo albergue, de hecho, desde el comienzo de esta nueva aventura está buscando llevarse consigo a los simpatizantes que consiguió en TPP. Claro, es legítimo que los ciudadanos sigan al líder de su preferencia pero comenzar a construir un partido teniendo como cimientos solo la carne y el hueso de un individuo termina resultando en el mismo caudillismo que Guzmán tanto criticó a lo largo de su efímera campaña.

Pensamos que, más bien, convendría empezar con un trabajo silencioso de captación y formación de militantes, a base de principios y, aunque Guzmán no haya demostrado tener una, difusión de una ideología. Esto siendo algo considerablemente más importante que la selección de un nombre para un partido que aún no existe.

La crisis de los partidos políticos es una de las claves para entender por qué la política está como está y, de hecho, en la mejora de estos se esconde parte de la fórmula para solucionar el problema mayor. Quien busque “cambiar la política” para bien, como pretende Julio Guzmán, tiene que empezar por ahí y no en la construcción de vientres de alquiler liderados por caudillos ¿Ha cambiado sus objetivos?