En más de una ocasión, desde este mismo editorial, hemos cuestionado cómo la izquierda nacional, especialmente la representada en el Congreso, suele tener dificultades para renegar de los designios más primitivos de su ideología. Nos referimos, claro, a los que se refieren a la violencia como mecanismo legítimo para hacerse del poder y que en nuestro país se han traducido en dos grupos terroristas que bañaron de sangre nuestro territorio.
Anteriormente, las circunstancias que han motivado editoriales similares han tenido que ver con simples (aunque no menos graves) indulgencias verbales de congresistas de izquierda a ciertos terroristas –llamándolos presos políticos o pidiendo indultos–. Hoy, sin embargo, el asunto es más grave pues, hasta hace poco, la congresista María Elena Foronda, como informó Panorama, tenía trabajando en su despacho a Nancy Madrid Bonilla, terrorista del MRTA que cumplió la pena por sus crímenes en el 2007. Algo terriblemente preocupante.
El día de ayer Foronda se apresuró en hacerle saber a la prensa que, tras la información dada a conocer por el dominical, Madrid Bonilla ya no trabajaba en su despacho. No obstante, las declaraciones que vinieron con esta revelación, dejaron muchísimo que desear.
La parlamentaria, por ejemplo, llamó “patrañas” a lo que se estaba diciendo sobre su ex trabajadora ¿A caso Madrid Bonilla no fue condenada por ser una terrorista del MRTA que, según la Dircote, administraba las “cárceles del pueblo”? ¿Dónde está la “patraña” en esta circunstancia? Al mismo tiempo, Foronda, defendió la presencia de esta persona en sus filas diciendo: “La señora estuvo asociada a una organización terrorista, ella había cumplido su pena (…) Legalmente la señora, como cualquier persona, estuvo capacitada como para poder reinsertarse”.
No cabe duda de que, como dice Foronda, los criminales tienen que reinsertarse, de alguna manera, en la sociedad. Sin embargo, difícilmente se puede pretender que una terrorista lo haga “como cualquier persona”, como propone la congresista, especialmente dándole un espacio en el Congreso de la República, símbolo de la democracia que el terrorismo pretendió demoler. Además, cualquier responsabilidad en el despacho de un congresista conlleva una carga técnica y política ¿qué aportes valiosos, en ese sentido, puede dar una persona cuyo método para hacer política era secuestrar y torturar inocentes?
Resulta escandaloso que una congresista que se ufana de defender la democracia incluya en su equipo de trabajo a alguien que estaba empeñada en destruirla ¿O es acaso que haber sido miembro del MRTA resulta ser una característica atractiva del CV de Bonilla Madrid para María Elena Foronda? Está claro que la frenteamplista sabía de los antecedentes esta mujer y, aun así, decidió contratarla y ello, claro está, habla muy mal de sus convicciones políticas y de las de sus compañeros de bancada, como Wilbert Rozas, que secundó la posición de su colega.
Además de todo esto, en el terreno meramente político, resulta harto torpe que, si lo que se quieres es librarte del estigma violento que te persigue, contrates a una terrorista para trabajar contigo. A menos que la contratación de una terrorista valga más para ti que el éxito de tu agrupación política.
Así las cosas, como se sabe, los espíritus radicales que embargan a nuestra izquierda no solo se han limitado a embrujar el despacho de Foronda. Los fantasmas radicales son algo de lo que este grupo ideológico no se ha sabido librar y, tomando en cuenta todos los antecedentes, parece que no quisieran, a pesar el perjuicio político que esto supone. Este caso, sin embargo, es la gota que derrama el vaso y habrá que esperar que esto no sea olvidado en las próximas elecciones.