El balotaje está cerca. El fragor de la primera vuelta ha sido reemplazado por la estruendosa competencia entre los dos candidatos restantes y a estas alturas solo queda sentarse, disfrutar del show y esperar a ver quién, finalmente, se hará del sillón de Pizarro.
Porque sí, y aunque suene trillado –especialmente cuando se habla de nuestra política–, estamos ante un show, una puesta en escena, una opereta interpretada por dos actores y, como en las tablas, el ansiado ‘Tony’ se lo llevará el que actúe mejor.
Pero el objeto de toda actuación, especialmente durante una campaña electoral, es embellecer las fealdades del actor y, sobre todo, hacer que el concepto del mismo logre afinarse con aquello que el ciudadano quiere. En esa línea, queda bastante claro quién está desempeñando de mejor manera su papel y las encuestas lo respaldan. Tal cual el mejor actor es premiado con el rating más alto.
La notable ventaja de Keiko Fujimori, empero, no responde tanto a una deslumbrante actuación de su parte –aunque no se puede negar el trabajo que la señora ha puesto a esta contienda–, esta tiene que ver, más bien, con la poco afortunada actuación de su competidor, Pedro Pablo Kuczynski. Si bien el apego obediente de la candidata de Fuerza Popular a su guion la hace ver ordenada y la protege de los percances que la naturalidad le podría traer, la fórmula recién cobra frutos cuando se le suma la impericia de su contendor.
Todos hubieran imaginado, e incluso lo sugerían algunas encuestadoras, que dada la ‘mochila’ que arrastra la señora Fujimori, PPK tendría material para cosechar una ventaja. Pero la incapacidad del candidato de Peruanos por el Kambio para lograr justamente eso, quedó evidenciada en el último debate electoral. Y es que el señor Kuczynski es, sin duda, un técnico de primera pero en el plano político, donde los embates tienen que ser contundentes y, al mismo tiempo, controlados, muestra una desventaja frente a su adversaria. Esto sin mencionar que, a diferencia de Keiko Fujimori, sus asesores no han sabido guiarlo de la mejor manera.
La principal debilidad de Keiko Fujimori es el gobierno de su padre y la relación de la gente que la rodea con este y con el crimen organizado. Ante los ojos de la ciudadanía, tanto para quienes la apoyan como para los que la rechazan, la candidata es el recuerdo de Alberto Fujimori. Y aunque algunos no quieran verlo basta con revisar las acusaciones que cuelgan sobre Joaquín Ramírez para saber que no está rodeada de ángeles y santos. Teniendo esto claro, Kuczynski pudo haber perfilado muchas de sus respuestas por ese camino o por lo menos pudo explotar esto mucho más.
Quizá algo quiso hacer luego del debate, cuando reparó en lo benigno de su participación en el mismo, pero lo hizo tarde y lo hizo mal. Así se lanzó a aseverar: “Lo más probable es que hijo de ratero es ratero también.”, en una clarísima referencia a Keiko Fujimori (cuyo padre, entre otras cosas, reconoció en el 2009 haberse apropiado de US$ 15 millones para entregárselos a Vladimiro Montesinos). Claro, mucho se podrá discutir sobre el fraseo del comentario pero lo cierto es que el tiro le salió por la culata y, agravando la situación, cuando algunos empezaban a darle el beneficio de la duda, decidió disculparse.
Espacio de sobra le dejó esta circunstancia a Keiko Fujimori para, a través de sus voceros, reclamarle a Kuczynski por lo destemplado de sus declaraciones. Y cómo habrá sido de sonoro el tropiezo de PPK que los también afrentosos reclamos de dichos voceros pasaron medianamente desapercibidos – “(PPK) adolece de incontinencia verbal”, Alejandro Aguinaga dixit–.
Pero, finalmente, lo que dejan claro las encuestas es que quien se perfila a ganar esta elección es quien, en efecto, ha actuado mejor. Si Keiko Fujimori alcanza la presidencia será solo en parte por su disciplina y por lo minucioso de su estrategia de campaña pero , sobre todo, porque a pesar de sus reconocidas condiciones de técnico, Pedro Pablo Kuczynski no supo dar la talla como actor.