Editorial: Fujivizcarrismo

7.613

Desde que el fujimorismo fue derrotado en las urnas por Pedro Pablo Kuczynski, fue evidente para muchos que los primeros no habían quedado contentos. De hecho, tal fue la ojeriza reservada hacia el gobierno del que los relegó al segundo puesto, que era el pan de cada día leer sobre acciones tomadas por el Congreso contra este (no solos nos referimos a las interpelaciones y censuras, sino también a los constantes ataques verbales). Sin embargo, con la renuncia de PPK y con la asunción de Martín Vizcarra, el panorama ha cambiado. La bancada mayoritaria dota con irreconocibles indulgencias al nuevo mandatario y a su gabinete y, por su lado, el gobierno hace lo mismo con la oposición que tanto reclamó la cabeza de su predecesor.

Muestras de esto han sobrado. Desde el lado del gobierno, por ejemplo, el Presidente del Consejo de Ministros César Villanueva, empezó su gestión lanzando, el día que asumió el puesto, un twit criticando lo que muchos fujimoristas llaman “ideología de género”, desmarcándose, así, del discurso que se había sostenido en el gobierno anterior. Más adelante, en el discurso que daría para pedir la confianza del Congreso, también le daría una venia al fujimorismo, sumándose al discurso de crítica que desde ese lado del parlamento hacían de los “antis”.

Ese mismo día, además, el premier saludó con evidente calor a Moisés Mamani, el congresista cuyos audios precipitaron la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski. Un gesto que ningún político podría esperar que pase desapercibido.

Desde la cima del gobierno, tampoco han faltado los gestos. Como se recuerda, poco después de haberse mudado a Palacio de gobierno, Martín Vizcarra promulgó una ley orientada al fortalecimiento de la Contraloría que había sido observada por Kuczynski.

Por el lado de la oposición, la actitud también ha sido muy distinta a la que se registró durante el mandato de Kuczynski. Keiko Fujimori, la lideresa de Fuerza Popular que demoró meses en saludar el comienzo del gobierno de PPK, ha asegurado que Vizcarra ha empezado su gobierno “con pie derecho”, deferencia que no le guardó al expresidente. Por su parte, congresistas que se habían caracterizado por su dureza contra el gobierno, como Héctor Becerril, pasaron a decir que hoy el gobierno les “da ilusión” y que “será del pueblo”.

Así las cosas, si la nueva “paz” que hoy vivimos entre el Ejecutivo y el Legislativo se sustentara en una legítima intención de sacar adelante al país, sería mezquino cuestionarla. No obstante, considerando el comportamiento de ambas partes, parece que esta tranquilidad llega como consecuencia de un gobierno interesado en mantener apaciguada a la oposición y de una oposición que, siempre y cuando el gobierno se comporte a su gusto, evitará retornar a las prácticas que antaño ejecutaba.

Solo queda esperar que el presidente Vizcarra recuerde que el puesto lo tiene gracias a haber pertenecido a la fórmula de Pedro Pablo Kuczynski en las elecciones y por haber respaldado un plan de gobierno específico. Si bien no se le pide que caiga en los errores garrafales de su predecesor, sí se le exige que sea fiel al voto ciudadano que lo puso donde está y no, por conveniencia o pacto, sumirnos en un régimen fujivizcarrista que nadie eligió.