Tras la difusión, el día de ayer, de una serie de videos donde se ve a Kenji Fujimori, junto con otros de sus “Avengers”, buscando conseguir votos contra la vacancia a cambio de jugosas promesas, la situación se ha vuelto insostenible para el Ejecutivo. Ante esta tesitura, creemos firmemente que lo mejor que podría hacer Pedro Pablo Kuczynski, por respeto a su investidura, es renunciar.
La alternativa, obviamente, es que el presidente sea vacado mañana en el Congreso, una consecuencia que hoy en día tiene que verse, más que como una posibilidad, como una certeza. Esperar que esto ocurra, sin embargo, sería una muestra de necedad supina departe del presidente y de una arrogancia que dejará en evidencia que le otorga poco o ningún valor a la institución de la presidencia, la misma que le encomendamos proteger en el 2016.
La defensa del Ejecutivo ante esta tesitura, no obstante, ha sido sumamente débil. La reacción política lógica hubiera sido mandar a los lobos a Kenji y sus secuaces, pero la reacción, más bien, ha sido acusar que lo sucedido, en realidad, no tiene nada de anormal.
En una conferencia de prensa, Mereces Aráoz, flanqueada por otros tres ministros, optaron por calificar como prácticas montesinistas las llevadas a cabo por el congresista Mamani (el que filmó las reuniones), cuando, en realidad, la muestra más flagrante de ese tipo de conductas, las estaba exhibiendo, en las imágenes, el congresista Fujimori. Eso debió ser enfáticamente condenado por el gobierno, en lugar de ser descartado como simples “fanfarronadas”.
Tampoco ayuda, para los intereses del Ejecutivo, que en las grabaciones aparezca el abogado del presidente, Alberto Borea, aparentemente tratando de facilitar una reunión con Bruno Giuffra.
Pedirle al presidente que renuncie, ante la situación, ya no es un acto de hostilidad contra el gobierno, sino un reclamo por misericordia para el país. Ello queda demostrado con el hecho de que esto no ha sido propuesto solo por miembros de la oposición, sino por ppkausas y ex ppkausas. Lo ha hecho Salvador Heresi y lo han hecho, también, Gino Costa, Alberto de Belaunde y Vicente Zevallos.
Si el presidente espera hasta mañana, con el afán de “luchar hasta el final”, se estaría esmerando por mantener a flote un bote que ya está en las profundidades del océano. Lo correcto sería que acepte esta realidad y de paso, por piedad, a otro capitán.