Editorial: Réquiem por Kuczynski

7.687

Quedan pocas dudas de que pronto el presidente Pedro Pablo Kuczynski tendrá que enfrentar su segundo proceso de vacancia. Las dos bancadas de izquierda en el parlamento, Nuevo Perú y el Frente Amplio, parecen empecinadas con, esta vez, no perdonarle la vida, volviendo a colocarlo frente al paredón y acusándolo de “incapacidad moral permanente” para ejercer su cargo por su relación con Odebrecht. La insistencia, empero, considerando que no existen más evidencias que las que ya se tenían en diciembre del año pasado, parece encontrar verdadero asidero en el reciente indulto a Alberto Fujimori.

No obstante, planteadas las razones para justificar la supuesta incapacidad moral y tomando en cuenta cómo se desenvolvió el proceso el año pasado, lo más seguro es que el pedido contará con el apoyo de la bancada de Fuerza Popular. Si a esto se le suma el hecho de que las dos bancadas de izquierda apoyarán definitivamente la medida, la suerte de PPK parece estar echada. Esta vez el apoyo de Kenji Fujimori y su grupo de disidentes puede que no sirva de mucho.

Pero el panorama no está complicado para Kuczynski solo por esto. El año pasado el presidente contó con la esmerada defensa de algunos parlamentarios de su bancada que hoy, tras el indulto, la han abandonado. Quizá no voten a favor de la vacancia, pero difícilmente se puede esperar que dejen todo en la cancha por quien, para ellos, los traicionó. A esta circunstancia súmele que la ciudadanía, según una encuesta de Datum, piensa, en un 53% que el jefe de Estado debería irse a su casa.

Antaño los astros se alinearon para acoger las circunstancias ideales para permitir que Pedro Pablo Kuczynski se haga del sillón de Pizarro. Hoy, el mismísimo presidente se las ha arreglado para alinearse con los cañones que amenazan con derrumbar su gobierno. Y es que Kuczynski no es parte inocente de todo esto que está sucediéndole, hace mucho dejó de ser una víctima para pasar a figurar entre los culpables de lo que parece ser su final inminente. Si el presidente alguna vez se hizo de las simpatías de la gente por haber sido víctima de la intransigencia fujimorista, hoy las ha perdido todas.

Mucho de esto podría reducirse a su renuencia a considerar la política como una herramienta útil para gobernar, sin embargo ya ni siquiera podría decirse eso. La situación está como está por la pura y cruda torpeza del ejecutivo. Por ejemplo ¿Cómo es posible que cada vez que el presidente hace una aparición televisiva sus adláteres tengan que corregir o desmentir algo que dijo? ¿Cómo es posible que el presidente deshaga en cada declaración lo que en algún momento quiso hacer? La tesitura es tan crítica que casi pareciera que el gobierno ha perdido todo el interés de luchar por su propia supervivencia.

Hoy podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la institución de la presidencia de la República está siendo brutalmente herida por la deslegitimización que su principal centinela, el presidente, ha permitido. Así las cosas, no estaría demás hacer un llamado al mandatario y recordarle que en sus manos está la posibilidad de terminar con este calvario de una buena vez.