Si hay algo que no ha pasado desapercibido por ningún peruano en este último año (y un poquito más) de gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, es que la bancada mayoritaria del Congreso, compuesta, justamente, por el partido que fue derrotado en el último balotaje, está especialmente interesada en hacer sentir su poder. Y esto, como se ha visto en la última semana, no solo hacia el jefe de Estado y sus adláteres, sino también hacia otras instituciones indispensables para nuestra democracia.
Así, en los últimos días, hemos sido testigos de una acusación constitucional contra el fiscal de la Nación, una investigación a cuatro miembros del Tribunal Constitucional (TC), un incremento en la presión para que el presidente acuda a la comisión Lava Jato y, por si fuera poco, una denuncia constitucional contra el ministro del Interior. Todas estas situaciones teniendo como protagonistas, en el lado inquisidor, a Fuerza Popular.
Sin duda un argumento se podría esgrimir en lo que respecta a la pertinencia de las acciones descritas en el párrafo anterior. Ciertamente mucho se podría decir, en modo de cuestionamiento, de la labor de la fiscalía de la Nación en relación a la investigación del caso Odebrecht, por ejemplo, y lo mismo sobre el desempeño de los miembros de TC en el caso El Frontón. Es cierto, también, que críticas se pueden hacer sobre cualquier funcionario. Pero más allá de eso, y de legitimidad de las conducta del Congreso, queda claro que la intensidad de estas medidas y el ingrediente belicoso servido por algunos parlamentarios entorno a los mismos, siembran dudas sobre qué intenciones verdaderamente existen detrás de tantas acusaciones y presiones.
Y es que el ‘timing’ puede dar pie a muchas conjeturas que, si nos remontamos al génesis del fujimorismo, no resultan descabelladas. Estos hechos se suscitan en el marco de la reapertura de la investigación a Joaquín Ramirez y también en las vísperas de las declaraciones de Marcelo Odebrecht a un grupo de fiscales peruanos, donde seguramente se harán preguntas con respecto a apuntes relacionados a Keiko Fujimori en documentos pertenecientes al brasilero. Así, esta ola de embates a diversas instituciones podrían fácilmente interpretarse como una muestra de poder ante la posibilidad de que algunas investigaciones devengan en resultados negativos para algunos miembros de la agrupación naranja.
Más allá de todo ello, sin embargo, lo cierto es que esta tesitura poco hará para difuminar el tinte autoritario y agresivo que hoy se le atribuye a la bancada de Fuerza Popular que, valiéndose de sus atribuciones parlamentarias, parece no perder oportunidad para propinarle unos cuantos ganchos a quienes considera sus rivales. La dureza de estos embates incluso han llegado a frases como las de Héctor Becerril hacia el fiscal de la Nación: “Tu subconsciente te gana y niegas lo evidente, claro que tienes miedo porque te sabes corrupto”, que podrían valer una denuncia por difamación sino fuera por la inmunidad gozada por el congresista.
Así las cosas, y tomando prestado el tenor de la frase del señor Becerril, lo cierto es que Fuerza Popular “se sabe prepotente”. Esto, claro, como resultado de la sensación de tener un poder particularmente grande en el parlamento y como producto de tener la posibilidad de ejercer presión para que las cosas resulten favorables para ellos. Con esto en mente no queda más que esperar que el ejercicio del poder de Fuerza Popular tenga como principal intención el beneficio del país y no, como podría parecer, intereses particulares.