Editorial: Tristes querellas en la vieja izquierda

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Sin duda debe haber sido “inspirador” para muchos izquierdistas ver el desempeño del Frente Amplio (FA) en las elecciones del año pasado. Muchos deben haber vaticinado un futuro prometedor para esa ala del espectro político tras lograr algo que, desde hace mucho tiempo, no se les daba. Seguro algunos desde la derecha también deben haber visto con preocupación los formidables números que logró acaparar el FA y lo que ello podía significar para los años venideros.

Sin embargo, la realidad ha terminado siendo menos alentadora que cualquier pronóstico que se haya podido hacer y, de hecho, la bancada de FA, hoy en día, demuestra una actitud que debería avergonzar a cualquier izquierdista que apostó por dicha agrupación. Y es que es lamentable ver cómo se ha agudizado en los últimos días el conflicto entre la facción aranista y mendozista en el grupo de izquierda y, sobre todo, es patético ver los niveles a los que ha llegado la disputa.

Esta semana, por ejemplo, trascendió una frase lamentable del congresista Humberto Morales (de la facción de Marco Arana), donde acusaba a las mujeres de ser “chismosas” y “mentirosas”, para atacar a Marisa Glave. A lo anterior le agregó un comentario sobre que, supuestamente, Glave logró el puesto que tiene (vocera alterna) por haber llorado en una reunión. Más allá de todo lo que se podría decir de los comentarios, sin embargo, lo más grave es lo que implica que se hayan hecho y es que la querella entre ambos bandos a adoptado niveles enfáticamente ajenos a los que uno esperaría encontrar entre congresistas de la república y más semejantes a los que podrían verse en una cantina clandestina.

La aproximación que ha escogido el bando de Verónika Mendoza, por otro lado, es un tanto más pasivo-agresiva, en el sentido de que están buscando delimitar una diferenciación política empleando herramientas más institucionales, como empezar una nueva agrupación que excluye a los aranistas. Esto se da, claro está, como reacción a la intención de Arana de sabotear, a través de la ventaja que le da tener la inscripción del partido en su poder, el crecimiento de Verónika Mendoza (un esfuerzo que delata que Arana sabe que la ex candidata le lleva ventaja en términos de capital político). De hecho, el bloque mendozista, acusa que los aranistas han aprobado un reglamento fraudulento para expulsar a Richard Arce, congresista del bando de la excandidata presidencial.

Pero más allá de las diferencias en los métodos de combate empleados por cada parte en esta batalla, queda claro que existe una intención en común. Claramente esta no es que la izquierda compita con un frente cuajado en las próximas elecciones, sino el empoderamiento del caudillo preferido por cada parte. Así, se nota con claridad que los principios que antaño se decían motivaban a la izquierda, hoy han sido reemplazados por el choque entre dos egos harto ansiosos de brillar uno por encima del otro.

Así las cosas, el ánimo que pudo haber embargado a algunos ciudadanos izquierdistas por ver a su bando político lograr una importante victoria política en las últimas elecciones (haciéndose de 20 curules), hoy se debe estar apagando. Y esto, sobre todo, porque estas tristes querellas entre dos aspirantes a caudillo supremo de la ‘gauche’ peruana, recuerdan las viejas y conocidas divisiones y no el esperado futuro en cohesión.

Imagínese, querido lector, cómo hubiera sido si este grupo político se hacía del poder.