El congresista Manuel Dammert ha tenido, en días recientes, un protagonismo que no había logrado desde la promesa del balón de gas a doce soles. A través de un video-mensaje que tituló “Saludo al triunfo del pueblo venezolano”, fijó postura de apoyo al presidente de ese país, Nicolás Maduro, y su Asamblea Constituyente, la misma que significaría la última fase del quebrantamiento del estado de derecho en ese país, pues implicaría la disolución del Poder Legislativo dominado por una oposición democrática.
Una serie de consideraciones han sido ignoradas por el parlamentario de izquierda al momento de emitir su grabación, puesto que ha primado una oratoria tan llena de adjetivos extravagantes y altisonantes que cualquier persona podría confundirlo con alguno enchapado en los corredores del Kremlin durante la Guerra Fría. La cuestión es que el discurso político, sin elementos históricos y cifras económicas reales, no es discurso. Dammert, oportunamente no los quiso incluir.
Y dado que parece que su vena de sociólogo ha eclipsado la que tiene de político, este Diario le ayudará a refrescar algunos datos que probablemente le harán pensar dos veces la próxima vez que quiera difundir un discurso de apoyo a una dictadura.
Para Dammert, el Presidente Pedro Pablo Kuczynski está confabulando con su homólogo de los Estados Unidos, Donald Trump, para terminar los “actos preparativos para una intervención militar norteamericana en Venezuela”. Es decir, recurre a un anacrónico argumento que era empleado tan incansablemente por Hugo Chávez y, mucho antes aún, por el dictador Fidel Castro, en Cuba. Toda vez que una dictadura se encuentra acorralada por la Comunidad Internacional, este argumento ha sido de los primeros en ser vociferados. Lo cierto es que ni Cuba, ni Venezuela, ni el Perú de Alberto Fujimori y ninguno de los países de la región, han sido ocupados por Estados Unidos cuando han sido dominados por dictadores. Más bien, sí han sido dominados por un claro quebrantamiento de los derechos humanos.
En el ámbito económico, el último reporte del Fondo Monetario Internacional (Abril, 2017), revela alarmantes cifras sobre lo que podría ocurrir en Venezuela si es que la crisis perdura hasta el año siguiente. El FMI prevé que el sistema permanezca en una creciente recesión rumbo a la hiperinflación. Hacia finales de 2017 y 2018, el país de las arepas padecería el peor decrecimiento en el Producto Bruto Interno de la región, en 7,4 y 4,1, respectivamente. De igual forma, se estima que la inflación se dispararía a 1,134% este año y 2530%, el próximo.
Las consecuencias de una economía mal administrada y un régimen que recurre permanentemente a las dádivas con tal de no perder popularidad, conllevan a un nivel de pobreza que aumentó a 82% de los hogares en 2016, del cual un 50% ha ingresado al dramático círculo de pobreza extrema.
Si a ello le sumamos la brutalidad con la que las Fuerzas Armadas de ese país oprimen a la ciudadanía, a la prensa y a la oposición política, teniendo como principal logro más de 120 muertes desde que empezaron estas últimas manifestaciones, simplemente la defensa al régimen de Maduro es un clarísimo delirio. No obstante, para el señor Dammert, perdido en discursos de antaño calzados con la boina del Che, lo sucedido en Venezuela, en un proceso fraudulento (como reveló la empresa contratada para administrar el proceso), es una “epopeya democrática” digna de ser celebrada. Habría que esperar que el congresista ampare su retórica en la realidad que se nota en Venezuela, en lugar de sustentar sus celebraciones en meras fantasías.