EEUU en Afganistán, el error recurrente, por Daniel Ku Hop

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Cuando uno revisa la historia de los Estados Unidos encuentra  la presencia de grandes intervenciones militares que han dibujado su política internacional. Asimismo, cuando uno estudia estas intervenciones se topa, inevitablemente, con el caso de Afganistán: sin lugar a dudas uno de los mayores fiascos de la política estratégica de los Estados Unidos. El fracaso del gigante de Norteamérica dentro de este Estado asiático se debe en gran medida a un factor principal: el poco entendimiento que han tenido los decisionmakers norteamericanos sobre la situación doméstica real de Afganistán y sobre la manera como la vertiente histórica y la dinámica del poder se maneja desde un aspecto mucho más profundo que el estatal. El 15 de Junio del presente mes, el respetado portal Associated Press anunció que Washington pronto enviaría 4 mil nuevos soldados además de los otros 14 mil que enviará la OTAN (de los cuales más de la mitad son americanos) tratando de continuar con la misma estrategia bélica que desde Abril del 2002, cuando todo esto inició, vienen utilizando y que no ha traído los resultados esperados. Es el objetivo de este artículo tratar de explicar a grandes rasgos la gran complejidad dentro del conflicto Afgano y cómo el enfoque tomado por Estados Unidos no logrará solucionar el problema. Para realizarlo, me apoyaré en el interesante estudio de Aaron B. O’Conell, profesor de la Universidad de Texas y editor del libro “Our Latest Longest War: Losing Hearts and Minds in Afghanistan”.

Para lograr entender realmente el conflicto en Afganistán, es necesario tener en cuenta desde el inicio que éste tiene matices históricos que lo dibujan de una manera que dista en gran medida a la visión norteamericana. Mientras que los estadounidenses ven el cambio de régimen como un golpe de estado con apoyo militar y apoyo de la sociedad civil, la realidad Afgana tiene mucho más niveles. El Profesor O’Conell explica en su artículo “A Flawed Plan for Afghanistan: The trouble with deploying more US Troops”, escrito para Foreign Affairs, que el conflicto en Afganistán tiene al menos 4 conflictos detrás de la guerra por la Democracia librada por Estados Unidos.

El primer conflicto desarrollado por el Profesor O’Conell es el que se ha venido desarrollando desde hace siglos entre los Pashtuns, el grupo étnico más grande de Afganistán y que se  encuentra actualmente en el poder, en contra de una coalición tribal que incluye a los Tajiks, Hazara, Uzbeks, Aimaq y otras comunidades de pequeña escala. Los Pashtuns a pesar de representar  menos de la mitad de la población afgana siempre han ocupado una posición de poder, ocasionando grandes problemas con las otras etnias. Para combatir esta oposición de las otras tribus en 2004 el gobierno central Pashtun instauró una nueva constitución con el objetivo de  concentrar más el  poder en el ejecutivo. Esto causó una reacción de las otras comunidades tal que para el 2014 forzaron al presidente Ashraf Ghani (Pashtun) a compartir el poder con un «Jefe Ejecutivo»  (Tajik) Abdullah Abdullah. Esto generó una división política que mermó la gobernabilidad de Afganistán. Ghani y Abdullah ahora se encuentran encerrados en una disputa tan fuerte que las elecciones parlamentarias que debieron darse en el 2016 fueron “pospuestas”, causando una gran pérdida de confianza en el Sistema Democrático y el inicio de un caos de corrupción.

El segundo conflicto desarrollado por el profesor de la Universidad de Texas es el que se desarrolla entre las 2 principales tribus dentro de la etnia Pashtin, la Tribu Durrani (urbana y elitista) vs la Tribu Ghilzai (Rural). Los Durranis vencieron a los Ghilzai hace ya más de 200 años y crearon el Estado Afgano en 1747. A  partir de ese momento (excepto por pequeños periodos de tiempo) la tribu Durrani ha liderado el país. En 1996, los Ghilzai, con ayuda de Pakistán se hicieron con el poder tras una encarnizada guerra civil. Guerra que solo fue superada por la suscitada en el 2002, con el ingreso de Estados Unidos y su decisión de retornarle el poder a los Durranis. Esta decisión acrecentó una riña histórica entre ambas tribus. Actualmente la mayoría de los actos de violencia en el este afgano se dan debido a esta disputa.

El tercer conflicto dentro de Afganistán según O’Conell es el protagonizado entre los cosmopolitas de las principales ciudades y los religiosos conservadores de las zonas periféricas. Esta clásica división entre liberales y conservadores que se gesta en Afganistán en base a los derechos de las minorías, la tolerancia religiosa y los derechos de salud y educación de las mujeres, se ve aumentada en Afganistán en gran medida debido a la violencia que la misma situación política conlleva. El conflicto se torna aún mucho más complejo con la carga histórica religiosa (pugnas internas entre los líderes religiosos) que ha venido siendo arrastrada hasta la actualidad.

Finalmente, el cuarto conflicto desarrollado en el territorio afgano es aquel entre la India y Pakistán. Tras el ingreso de  EEUU en el conflicto que devolvió el poder a los Pashtun, Pakistán, quien apoyó a los Durrani en la Guerra Civil del 96, tuvo que generar nuevas relaciones con la  tribu en el poder. Esta decisión, claramente no se dio por un  simple sentido de mejora diplomática sino por un objetivo estratégico. La eterna disputa entre la India y Pakistán ha llevado con el correr de los años a que la balanza se vea inclinada hacia el primero de estos. La asimetría entre ambos estados, ha llevado a Pakistán a tener que apoyarse en otros Estados para poder equilibrar la balanza, siendo Afganistán uno de estos. Por motivos de tamaño, alcance y fuerza de ambas milicias, una guerra directa entre ambos Estados sería desastrosa para Pakistán, por lo que su mejor opción militar  es la guerra de guerrillas, y en este marco, las montañas  afganas son el lugar perfecto para poder desarrollar esta estrategia, lo que explica el trasfondo de la mejora de relaciones Pashtun-Pakistaníes.

El mundo y el medio oriente son hoy en día más complicados que nunca. La pugna de intereses y la gran cantidad de actores que participan en todos los conflictos solo acrecientan la dificultad de solucionarlos. Lo que menos se necesita en este momento de incertidumbre en el Sistema Internacional, son nuevas incursiones militares que no solucionen un problema latente. Es momento de darle una segunda lectura a los conflictos y entender que más armas nunca van a significar más paz. Las ideas están hechas a prueba de balas y son estas las que lograrán una verdadera pacificación profunda.

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