El abuso de la libertad, por Piero Gayozzo
«La libertad o el ejercicio de esta no es un ideal irrestricto en el que cada persona actúa de acuerdo a sus impulsos o deseos sin mediar consecuencia alguna de sus actos.»
El pasado domingo 26 de febrero, un grupo de personas acudió escandalosamente al domicilio de la congresista Adriana Tudela con el claro objetivo de amedrentarla. Vociferando frases intolerantes, acusaciones sin pruebas y clásicos slogans populistas, como “vende patria” o “Fujimori nunca más”, los revoltosos montaron un espectáculo de mal gusto en plena vía pública. Colocaron ataúdes de cartón en la fachada de su casa y organizaron danzas, entre otras puestas en escena, a modo de condena y rechazo. Al puro estilo del grupo de vándalos llamado “La Resistencia”, este conjunto de personas actuó de forma prepotente e inadecuada.
Lo que provocó este accionar habría sido la iniciativa planteada por el presidente del Partido Avanza País, Aldo Borrero, a la presidenta Dina Boluarte en la quincena del mes: la búsqueda de algún mecanismo de protección judicial para las fuerzas del orden. Específicamente, se habría conversado sobre una posible amnistía a los efectivos policiales que participaron en las operaciones de control de las manifestaciones violentas que se suscitaron luego del fallido golpe de Estado de Castillo para evitar algún tipo de persecución judicial contra los mismos.
Por otro lado, las manifestaciones violentas a favor de Castillo y en contra del gobierno de Dina Boluarte han durado casi tres meses. Medios como Wayka o personajes como Lucía Alvites amparan la destrucción y caos causados por los manifestantes en torno al derecho a la legítima protesta. Bajo aquel argumento se han tolerado muchos abusos contra la sociedad en su conjunto. Comenzando con la destrucción de la propiedad pública y privada, hasta la toma de aeropuertos y el bloqueo de carreteras. Lamentablemente, como consecuencia de estas acciones delictivas, algunas vidas se perdieron, pero, a pesar de ello, los manifestantes siguen actuando de manera intransigentemente. El día de hoy, viernes, distintas delegaciones llegadas de provincia bloquearon la carretera central como antesala a la “Segunda Toma de Lima”. Los bloqueos incluyeron piedras, destrucción del entorno y quema de llantas. Un espectáculo lamentable.
Tanto el abuso cometido por los revoltosos en las afueras de la casa de la congresista Tudela, así como el bloqueo de carreteras y la toma de aeropuertos son formas abusivas e incorrectas del ejercicio de la libertad. Estas acciones afectaron a terceros en algún grado. La manera como se manifestó la discrepancia con la congresista causó molestia en vecinos y familiares de la misma, persona que no tienen relación alguna con la problemática que atraviesa el país. De misma forma, el bloqueo de carreteras solo generó escasez en algunas ciudades, aumentó la sensación de inseguridad, elevó los costos de vida, redujo el flujo de turismo y atrasó el avance social.
La libertad o el ejercicio de esta no es un ideal irrestricto en el que cada persona actúa de acuerdo a sus impulsos o deseos sin mediar consecuencia alguna de sus actos. La libertad es un concepto que debe ir de la mano de la autonomía, el cuidado y la proyección de los intereses personales, el actuar basado en la razón pública (o pensamiento crítico basado en evidencia) y el respeto por las libertades e integridad de otros. De acuerdo a diversos teóricos liberales, la libertad puede ser restringida siempre que existan justificaciones para ello y atentar contra los principios que complementan el derecho a la libertad, es razón suficiente para condenar y rechazar dichas acciones. Este es el caso del intento de amedrentamiento a la congresista Tudela y de la justificación de acciones violentas como la toma de carreteras.
En conclusión, existen acciones que, si bien no son ilegales, resultan ser claros abusos del ejercicio de la libertad. En ocasiones estos abusos se recubren de causas justas, como la defensa del derecho a la protesta, el reclamo ciudadano o la búsqueda de justicia, pero no debe olvidarse que vivimos en un sistema social y, por lo tanto, nuestras acciones repercuten sobre terceros y existen límites para los mismos. En la medida en que se abusa de la libertad, lo único que se logra es afectar a otros y alejarnos de la autonomía al ceder a la compulsividad. Aún no es tarde para reflexionar.
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