El club de la oligarquía y la libertad de mercado, por Federico Prieto

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Mientras el gobierno se apresta a sacarle el máximo provecho a la visita papal para pregonar una reconciliación que todavía requiere de más esfuerzos por ambas partes, alguien ha soltado el tema del club de constructores, dando carne para los leones.

Toda sociedad que tiene libertad de mercado y una oligarquía concreta en un campo determinado se organiza para repartirse la torta. En el país, los nuevos ricos han sido los constructores y lógicamente han preparado su club nacional de constructores, para distribuirse las licitaciones públicas y dar trabajo el pueblo y dinero a ellos mismos.

Así funciona el capitalismo inspirado en el liberalismo que nuestra constitución ampara con la economía social de mercado. Se llama social porque la autoridad debe poner tope a la anarquía económica. Por eso todos los países con economía libre tienen leyes antimonopolio, que no son otra cosa que un remedio para un abuso, que surge de inmediato en la libertad de mercado.

La misma constitución ha puesto un defensor del pueblo y un Indecopi, encargados de defender al débil del fuerte, al consumidor del productor. La producción tiene a concentrarse en pocas manos. El pez grande se come al chico. Lo vemos todos los días. Y cuando esos peces grandes tienen ya la sartén por el mango, se juntan en un restaurante de cinco estrellas y comienza el reparto.

¿Acaso pensábamos que el capitalismo liberal garantiza que las licitaciones públicas tengan tal integridad moral virginal y que nadie se va a juntar con el resto para calcular costos y ganancias, propuestas y beneficios, y proceder en consecuencia? ¿Acaso no es costumbre que los grandes consorcios internacionales busquen como socio menor a  uno local para saber cómo proceder en el terreno?

Cuando se trata de un gran jurado nacional que debe juzgar a grandes y chicos, a poderosos y débiles, hay que mantener la proporción de las cosas. Hemos visto detenciones provisionales de presidentes y de empresarios grandes. Hay que saber distinguir a los verdaderos autores de la corrupción de sus adláteres. No hay cárceles para todos los delincuentes que existen en el país; por eso los carteristas entran y salen de los penales como si fueran sus hoteles de turismo.

¿Cuántos clubes de productores tenemos? De libreros, de editoriales, de textos escolares, de madereros formales e informales, de productores de alimentos y golosinas, de importadores de ganado, de bancos y financieras, de supermercados y de redes de farmacias que venden lo que quieren y esconden lo que no quieren….

Como la prostitución tolerada para evitar el abuso de menores inocentes, los clubes de productores han existido desde que tengo memoria. Que les haya llegado la hora, bien, pero no se crea que van a desaparecer, porque mientras haya libertad de mercado, habría torta y quiénes se la puedan repartir.

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