El eterno candidato, por Daniella Paredes

«Pero su incapacidad para ejercer el cargo no es el único problema. El otro gran inconveniente es que el presidente aún no asimila sus responsabilidades, y se niega a dejar de lado los discursos de candidatura».

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En casi 6 meses de gobierno, el nombre de Pedro Castillo se ha vuelto sinónimo de inestabilidad política. Su falta de entendimiento sobre el funcionamiento del país nos asegura otro año de crisis e incertidumbre. Pero su incapacidad para ejercer el cargo no es el único problema. El otro gran inconveniente es que el presidente aún no asimila sus responsabilidades, y se niega a dejar de lado los discursos de candidatura.

Pedro Castillo parece ser un eterno candidato que se aferra a la narrativa de prometer un cambio sin explicar cómo lo hará. No hay que olvidar que el cambio sin especificar no tiene virtud como tal. Lo que tiene virtud es lo que produce, y hasta ahora los resultados de su gobierno han sido negativos e incluso perjudiciales para el país.

El pasado viernes 31, luego de recibir la tercera dosis de la vacuna contra la COVID-19, el mandatario dio el último discurso del año y los alcances de lo que su gobierno tendría como metas para el 2022. Sus declaraciones no solo estuvieron plagadas de promesas recurrentes y superficiales, sino también de contradicciones.

Uno de sus propósitos es “acelerar la recuperación económica generando empleos con derecho”. Esto suena utópico luego de que el Perú cerrara el 2021 con el sol como la tercera moneda más devaluada frente al dólar. Además, se sabe que quienes generan empleo son, en su gran mayoría, las empresas privadas, mas no el gobierno; por lo que el mandatario debería centrar sus esfuerzos en promover la inversión privada, en vez de ofrecer derechos laborales ya existentes.

Paradójicamente, el presidente también prometió “luchar frontalmente contra la corrupción en todos los niveles”. Tal parece que le faltó añadir “a excepción de mi entorno y mi persona”. Durante su mandato, un hecho que ha facilitado la corrupción ha sido la designación de personas afines a él. Esto evidencia la necesidad de establecer un entorno confiable capaz de satisfacer sus intereses personales, o que tiene muchos favores pendientes.

El panorama político de los próximos meses no es alentador. Medio año de un gobierno improvisado y con facciones corruptas nos adelanta que, en el 2022, el Perú seguirá a la deriva, sin norte. Quizás sea inútil pedirle sensatez al presidente. Quizás sea inútil esperar que acepte su incapacidad para dirigir a un país y de un paso al costado. Pero, siendo realistas, esa sería su mejor contribución para el pueblo al que tanto clama.

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