El ex, por Gonzalo Ramírez de la Torre

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Todo lo que tiene un principio tiende a estar destinado a tener un fin. En lo que respecta a la relación del Perú con su presidente, esta dura apenas cinco años, luego de los cuales una serie de nuevos pretendientes se envuelve en galas y piropos para cortejar y procurar la correspondencia de los votantes. Así, luego de la elección, corresponde que el ex se sacuda el polvo, se despida y dé paso a un nuevo galán, esperando que, por respeto a su propia dignidad, siquiera finja que el romance que termina lo hizo cuando tuvo que hacerlo sin pasar a celar, despechadamente, al nuevo mandatario que la ciudadanía ha elegido.

Hace unos días, sin embargo, luego de unos meses de silencio, el ex presidente Ollanta Humala se ha dejado llevar por los celos de ver a sus ex gobernados bailando con un nuevo jefe de Estado. “Más tarde que temprano, nos van a extrañar”, sentenció y el comentario sugiere tres cosas. Primero da a entender que, en efecto, en su gobierno existió algo digno de ser extrañado, segundo, que el actual ‘saliente’, Pedro Pablo Kuczynski, no está a la altura de la relación a la que se ha comprometido y que, cuando se termine el romance vigente, él estará presto para recibir a un país que vuelve como perro arrepentido.

Es comprensible, con lo novel del nuevo presidente y con lo fresca que está su ruptura con el país, que Humala se deje llevar por sus emociones y que, como Ricardo Montaner, vocifere que se le va a extrañar. No obstante, resulta mezquino pronosticar malos porvenires a un gobierno que recién empieza y, peor aún, pensar que luego de este el líder nacionalista podrá siquiera pretender perder su condición de ex. Convendría, más bien, que antes de dar una tan evidente muestra de despecho, Humala se detenga a pensar cómo terminaron las cosas en su gobierno y quizá, así, reparar en que el romance distó de estar plagado de pajaritos y caminatas a la orilla del mar.

Herramientas para medir cómo vivieron los peruanos el gobierno humalista, sobran. Véase, por ejemplo, la encuesta que publicó Datum haciendo un balance de los cinco años de liderazgo nacionalista. Ollanta Humala recibe una calificación desaprobatoria de 9.3 sobre 20 y su trabajo en las más básicas de sus responsabilidades maritales, también –disminución de la inseguridad (5.9), disminución de la corrupción (6.2), el manejo de la economía del país (9.3), etc–. Por otro lado, en lo que respecta a su porcentaje de aprobación, Humala dejó el gobierno con un magro 19% (Ipsos Perú), muy por debajo de lo logrado por otros en su posición –Toledo (33%) y García (42%)–.

Claro, quizá Humala se amparará en el detalle que el actual presidente tiene menos aprobación de la que él tenía a estas alturas, sin embargo, más conviene tomar en cuenta el dato final de la sensación dejada tras conocerse por 5 años, que las generada por pequeños tropiezos de quienes recién se están conociendo. Lo que no nos lleva a decir que Kuczynski ha demostrado, hasta hoy, ser el galán perfecto, sino que se espera que mejore considerablemente, en el rigor de la rutina y la convivencia. Lo cierto es que, sin duda, todo lo que ha afligido a PPK en los últimos meses, dista de ser suficiente para generar nostalgia por un gobierno tan mediocre como el de su predecesor.

Así las cosas, señor Humala, sepa que es difícil que los peruanos lo extrañen. Aún quedan en la retina de la ciudadanía cosas como el ‘ménage à trois’ que nos impuso con Nadine Heredia (teniéndola, según parecía, como una presidenta de facto), la bancada parlamentaria que se deshacía, las promesas traicionadas de la ‘Gran Transformación’ (aunque para algunos, como yo, esto fue bueno), el vicepresidente confabulando en Las Brujas del Cachiche, el pobre manejo de los conflictos sociales, las malas amistades (como Belaunde Lossio) y, así, una larga lista negra de otros elementos que mataron el romance.

Ollanta Humala, como José José, duda que la relación con PPK vaya a resultar bien pues, según parece creer, con él “nos mecíamos en el aire” y “volábamos en caballo blanco el mundo”. Distraído en su propio canto, sin embargo, el presidente no escucha que la ciudadanía, también en palabras del astro mexicano, le dice que, lamentablemente para él, “lo que un día fue, no será” y su condición de ex se proyecta a ser perenne.

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