¿El fin de un ciclo?, por Raúl Bravo

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La situación jurídica de los últimos Presidentes como son las de extradición, prisión preventiva, arresto domiciliario o, impedimento de salida, a poco más de dos años del bicentenario patrio ¿realmente nos advierte el fin de un ciclo político –que abarca el período de años comprendido entre 1980 a la actualidad?

Después de la dictadura militar de Velasco y Morales Bermúdez –durante los años ´70-, el Perú se encamina –por enésima vez hacia la democracia- reestrenando Carta Magna –en virtud a su tradición constitucionalista de hacer y deshacer constituciones-.

Se suponía que los partidos que gobernaron en los ´80 tenían la oportunidad de hacer las reformas que nos permitirían insertarnos en la modernidad. Sin embargo ello no ocurrió así. Los gobiernos de entonces nos ofrecieron más populismo y mercantilismo. Y terminaron agravando las condiciones que dieron lugar al terrorismo.

A nivel internacional, hacia finales de dicha década, caía el muro de Berlín y se desmembraba la Unión Soviética, poniendo fin a una era global marcada por la “guerra fría”. El denominado “consenso de Washington” se imponía como el recetario para salir de la pobreza y el subdesarrollo. Fukuyama pregonaba que la democracia liberal y la economía de mercado habían triunfado como el único modelo capaz de ofrecer progreso y bienestar.

En el Perú, a inicios de los ´90, la candidatura del Movimiento Libertad proponía un régimen de libertades políticas y económicas que los electores rechazaron en las urnas, por esa natural inclinación a negar la realidad. MVLL, si bien perdió las elecciones, en realidad fue el ganador moral, pues su programa de gobierno terminó siendo ejecutado parcialmente por la gestión de Alberto Fujimori.

Desde el año 1980 nos estamos acostumbrando a celebrar elecciones en democracia –con las excepciones del autogolpe de 1992 y el período de transición del 2000-2001-. Fujimori liquidó el viejo sistema partidario, vendiéndonos la idea de que hacer política era algo malo con el propósito de ocupar el espacio dejado por los partidos políticos tradicionales.

Al mismo tiempo, la globalización en las comunicaciones ha venido empoderando a los medios de comunicación, los cuales han reemplazado a los partidos en el rol de influenciar en la opinión pública. Ahora los candidatos son fabricados en los sets de televisión y cabinas de radio –además de los perfiles del internet-. Ya no surgen espontáneamente como líderes sociales reivindicando a sectores excluidos, populares y marginados.

La corrupción siempre ha existido. La hemos heredado del régimen mercantilista colonial. Es un secreto a voces en las esferas de poder. Pero hoy es más fácil reportarla. Vladimiro Montesinos nos lo enseñó. Y sin embargo, su práctica de grabarse así mismo fue el detonante para la caída del régimen fujimontesinista.

Al retornar a la democracia a inicios del nuevo milenio, se instalaron en Palacio sucesivos gobiernos que continuaron el modelo económico noventero. Pero no concluyeron la postergada reforma del Estado. Efectivamente, el programa que nos ha gobernado desde los ´90 –el cual no se ha implementado en su totalidad-, originariamente lo propuso el equipo de profesionales integrantes del Movimiento Libertad, tributarios del pensamiento político, económico y jurídico de Mises, Hayek, Coase y Friedman.

Dicho programa se basaba en una radical reducción del Estado con el propósito de trasladar generación de empleo y de riqueza hacia el escenario de las relaciones del mercado. Pero para lograr ello era indispensable garantizar derechos de propiedad privada. Pues sólo el que es propietario de algo tiene el incentivo para invertir, realizar el cálculo económico, y participar en los procesos de intercambio.

Ningún gobierno ha tomado la decisión de reformar al Estado porque ello implicaría eliminar los incentivos de hacer negocios a expensas de los apetecibles presupuestos estatales. Pura corrupción. Aquel gobierno que audazmente lo haga, pondrá fin a una generación de políticos y empresarios mercantilistas y cortesanos. Y si ello no ocurre, estaremos condenados a repetir la historia y los ciclos políticos. Entonces la decisión la tienen los electores ¿informados?

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