El Grito

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En este cuadro, y sus 3 versiones adicionales, Edvard Munch grafica de manera impecable el temor y angustia que puede experimentar el ser humano en determinadas circunstancias límite.

grito

El cuadro genera incomodidad en quien lo contempla por un cierto periodo de tiempo, ya que Munch logra expresar y transmitir, cruda pero brillantemente, la angustia y el pánico que hemos sentido en algún momento de nuestra vida.

Ese pánico que te paraliza, que te hiela la sangre, que no permite moverte, que te traslada a esas pesadillas en las que tienes que correr porque te van a atrapar pero tus miembros simplemente no responden, ese pánico que sientes al caer por un abismo que sabes que no tiene fin, ese pánico que hace que clames por un final, por más doloroso que este sea, pero que te rehúye.

Ollanta Humala hoy cosecha lo que sembró en sus campañas presidenciales del 2006 y 2011. “Agua sí, oro no!”. Ese discurso anti minero, en gran medida, le dio el voto del Sur del país que lo llevó a la Presidencia el 2011. También estuvo en Cajamarca repitiendo el mismo libreto diseñado por oportunistas directores de campaña. Hay que decirles lo que quieren escuchar. El minero siempre es el malo y abusivo y el agricultor/campesino siempre es el bueno y abusado. Y Humala dijo lo que cada pueblo al que iba quería oír. Un distrito anti fujimorista, a darle duro a Fujimori; que si anti apristas, caimanes del mismo pozo; que si anti petroleros, pues ya sabemos.

Y siempre, dándole dura pero torpemente al Estado como institución. Esa fue su primitiva estrategia de campaña que casi lo hace Presidente el 2006 y finalmente lo llevó a Palacio el 2011, aunque para hacerlo luego tuviera que congraciarse con los malos y abusivos petroleros y mineros, los empresarios malotes que tuvieron que bendecirlo cuando hizo un giro de 360º con su Hoja de Ruta. Todo valía para llegar al poder. Pero lo dicho ya estaba dicho, y la gente no olvida así nomás, sobre todo cuando hay también otros intereses en juego (ONGs, minería ilegal, narcotráfico, etc.).

Con el proyecto Conga creí percibir desde la tranquilidad de mi hogar un primer grito de pánico que llegaba muy sordo pero constante, desde Palacio de Gobierno.

Un Humala esclavo de sus palabras. Sin saber que hacer ni que decir. Un Humala acobardado sin dar la cara a sus votantes cajamarquinos que estaban haciendo aquello para lo que él, en buena cuenta, los adoctrinó. “Agua sí, oro no!”.

No es difícil imaginarlo caminando de madrugada, descalzo y con piyama de dos piezas, por los solitarios y adustos pasillos de Palacio con esa angustia de nuestras pesadillas, con ese pánico que te paraliza.

Al final, Conga no fue, su irresponsabilidad nos costó la vida de 5 peruanos y que durante todo este gobierno no haya llegado una nueva inversión privada extranjera relevante al país. Ni una. Ello, sumado al deterioro del principio de autoridad del Estado frente a la gavilla de delincuentes comandada por el hoy preso Santos y el ex cura Arana.

Hubieron en el camino otros casos, pero que comparados al escándalo de Conga, ya no generaban tamaña angustia en el gobernante. Uno se acostumbra a todo y como decía la Marquesa de Merteuil “la vergüenza es como el dolor, sólo se siente una vez”.

En estos días hemos sido testigos del final (al menos por un par de años) del proyecto Tía María, con más peruanos muertos y heridos, con millones de Soles perdidos por los paros y bloqueos, con el principio de autoridad socavado hasta sus más ínfimos niveles y como el corolario internacional de un Perú en el que no conviene venir a invertir por el momento.

Así, finalmente, el viernes aparecía en televisión nacional un Humala obligado a dirigirse a la Nación para tratar el tema y veíamos a un remedo de Presidente que no anunciaba ninguna medida concreta para frenar el caos y desgobierno en Arequipa y ya otras regiones; sin mostrar siquiera un atisbo de ese liderazgo que le ha sido esquivo desde que asumió el mando.

Un Humala angustiado, un Humala con pánico, un Humala queriendo que todo esto se acabe ya porque no sabe ya que hacer ni donde esconderse, un Humala queriendo gritar, pero ya sin voz para hacerlo.