El justiprecio para Perú, por Saúl Hidalgo

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Hace un par de semanas, tuve la oportunidad de asistir al primer foro organizado por una fundación política, la cual contó con la participación de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política del Perú y diversas agrupaciones políticas. Los temas a tratar fueron el mejoramiento de nuestra democracia y reforma política. Así también, se apreció el ahínco e ímpetu de las organizaciones políticas, la cual propusieron y formularon diversas propuestas para el fortalecimiento de los partidos a nivel nacional y regional, así como para los procesos de democracia interna, financiamiento, la bicameralidad, y otras características del sistema político nacional.

En primer lugar, me pareció muy interesante los diversos puntos de vista sobre el financiamiento del estado a los partidos políticos, ya que es importante porque permite a las organizaciones políticas cubrir gastos básicos, tener comités, formar cuadros, impartir cursos de valores constitucionales, pero sobre todo poder invertir en militantes jóvenes. Igualmente, este mecanismo de financiamiento hace que todo se vuelva más pulcro, sobre todo en las campañas electorales, debido a que impide que haya aportes realizados por terceros, sean estos militantes o no del partido y dichos aportes suelen ser los más controvertidos, dado que en la mayoría de veces éstos pueden venir de actividades ilícitas (narcotráfico, minería ilegal, contrabando, etc.) o pueden ser aportes condicionados de personas ajenas. Los ejemplos de aportes mencionados son delicados y peligrosos, visto que incentivan a las organizaciones políticas a involucrarse actividades furtivas e ilegales, que ocasionarían más perversión y condicionarían la gesticulación de los partidos en caso lleguen al gobierno en favor del aportante de dinero y lógicamente a mayor aporte de dinero, mayor será la retribución que va a exigir el aportante. Por otro lado, desde mi perspectiva personal esta medida no es para nada popular, es necesaria, puesto que es una forma mucho más efectiva de contrastar los gastos en los partidos. Si bien esta medida será bastante impopular debido al desprestigio de nuestra clase política, considero que debe de seguir establecida, porque es una buena alternativa para evitar la corrupción en cualquiera de sus formas.

En segundo lugar, siempre he considerado que la bicameralidad es necesaria para nuestro país, contar con un parlamento donde haya dos cámaras y mostrar que la política para que se aplique debe haber un debate amplio, plural, alturado y robusto antes que la eficiencia y la rapidez en la aprobación de las leyes. Considero que desde este punto de vista es consistente, además con el sentido de los principios que articulan nuestra Constitución orgánica, y que podría contribuir al fortalecimiento de nuestra democracia en un escenario donde, tal parece, esta se halla al margen del interés de nuestros representantes. El arquetipo de la democracia representativa está en crisis. Hoy en día, es muy complejo, a consecuencia de que esta consiste solo en elegir a nuestras autoridades cada cierto tiempo y mantenernos al margen de lo que decidan después. La democracia no es, ni debe ser eso. La democracia es también un espacio para ponernos de acuerdo sobre nuestra organización social y sobre el tipo de conductas que deseamos promover o reprimir con base en el interés general y la ética pública.

Finalmente, tengo la plena seguridad que la reforma política es un gran avance para el desarrollo del país, y al fin Perú se cobrará su justiprecio que tantos años le fue esquivo. En añadidura, hay tranquilidad por mi parte, porque la comisión está conformada por excelentísimos profesionales y académicos en la materia, y no me cabe la menor duda que se obtendrá el mejor resultado para beneficio de nuestro país, que tanto anhela dicha reforma acompañada de la decencia y eficiencia.

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