El maestro de las mentiras, por Oscar Peña
«Por el bien del país, la democracia debe imponerse en este conflicto valiéndose de sus propias herramientas y usar la vacancia presidencial de ser necesaria».
Para quienes creemos y vivimos la democracia, el inicio del Bicentenario de nuestra república se ha presenciado como un trago amargo al ver la designación del primer gabinete del señor Castillo, quien parece haber llegado a la escena pública para traer preocupación generalizada por parte de la población, desconfianza del sector privado y aires antidemocráticos.
A nivel político no solo ha generado rechazo de toda la oposición, sino también, de un sector de la izquierda que es consciente de la polarización que esto genera y las consecuencias que acarrea en la ciudadanía.
Los tres objetivos del lápiz
El actual presidente inicia su mandato con gestos que reflejan una clara falta de transparencia sobre sus reuniones, menosprecio por los medios de comunicación y una nula búsqueda de consensos. Esto demuestra la verdadera cara del profesor, aquel que prometió que “no se iba a ver a Cerrón ni como portero”.
Sin embargo, el líder del partido fue invitado de honor para la juramentación del 28 de Julio en el congreso. Por lo tanto, acciones como esta confirman que Pedro Castillo engañó a una gran parte de la población que creía que este sería un gobierno democrático. Los hechos hablan por sí solos.
La polémica designación del señor Bellido, la elección de un gabinete sin experiencia en cada uno de los sectores, con denuncias pendientes y hasta vinculación a movimientos extremistas como Movadef, deja en evidencia que la principal preocupación es seguir deteriorando la economía familiar de todos los peruanos a través de una nueva guerra política.
Este conflicto tiene objetivos que el cerronismo ha estudiado bastante bien. La extrema izquierda peruana nunca ha gozado del poderío que hoy les cayó del cielo y su consigna se basa en tres principios fundamentales: a) acceso al poder; b) sostenibilidad en el poder y c) sucesión del poder.
Estos elementos que arengan en reuniones públicas de Perú Libre, marcan la ruta maestra que quieren aplicar en nuestro país, un reflejo calcado de lo que se vive en Venezuela o Cuba. Esta situación es lo que más se asemeja a lo que el economista austriaco, Friederich Hayek, definiría décadas atrás como un “camino de servidumbre”, lo que se traduce en debilitar, desmembrar y avasallar la democracia al punto de quedar supeditada al dictador de turno.
Conflicto latente
En el actual escenario político, las cartas están echadas sobre la mesa y no hay puntos medios, pues se conoce que el dueño del partido cogobierna con el profesor y no darán su brazo a torcer.
Como dijo hace pocos días un influencer político: “la única vía legal que existe es la vacancia y el ejecutivo con sus primeras decisiones se ha lanzado a un peligroso juego de cero suma donde lo ganan o pierden todo”.
Es claro que para el nuevo mandatario la salud, el desempleo, la reactivación económica y la educación quedaron en un tercer plano para poner por delante únicamente ambiciones políticas. La paz nunca fue una opción.
La sociedad peruana debe ser consciente de que existe un conflicto latente y solo es cuestión de tiempo para que inicie un nuevo enfrentamiento entre el ejecutivo y legislativo. Lamentablemente se empieza el Bicentenario con un peligroso juego en contra de la democracia y el congreso es una piedra en el camino para los objetivos del gobierno.
No cabe duda que buscarán cerrarlo a como dé lugar, ya que para ellos es una cuestión de supervivencia política y no habrá otra oportunidad igual. Por el bien del país, la democracia debe imponerse en este conflicto valiéndose de sus propias herramientas y usar la vacancia presidencial de ser necesaria.
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