El meme de la igualdad, por Daniel Masnjak

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El 28 de junio, la Policía Nacional publicó un meme en su página de Facebook. La imagen, bastante trillada por cierto, muestra cinco esqueletos, cada uno con un nombre. El mensaje es que los huesos de Ignacio son iguales a los de Tito. Ciertamente, los huesos de las personas no son iguales. Sin embargo, el valor fundamental que pretende expresar, no necesariamente se ve reflejado en el centro del actual discurso gay friendly y cómo este tacha de “homofobia” a posturas alternativas que no necesariamente son eso. Este discurso, me parece, tiende a hablar de “los homosexuales” como si fueran “algo totalmente distinto” (aunque sea positivamente), pasando por alto esa igualdad fundamental que el meme representa con el esqueleto.

Esto se ve reflejado, por ejemplo, en el proyecto de unión civil “no matrimonial” que presentó el congresista Carlos Bruce. La figura que quería inventar estaba planteada en términos más amplios (“conformada por dos personas del mismo sexo”) que su exposición de motivos. Esta giraba en torno a un grupo particular, “las personas GLBT”, al que no todo par de personas del mismo sexo pertenece, evidentemente. ¿Por qué la justificación del proyecto no estaba pensada en términos generales, como el texto que proponía incorporar al ordenamiento? Ocurre que los impulsores partían de considerar a la orientación sexual como un elemento tan sustancial de la persona, que su acción política debía girar en torno a ella.

A esto se suma la identificación de la orientación con la actividad sexual. Por ejemplo, aquí en Lucidez se publicó una nota sobre otra nota, del portal católico ACI Prensa. En esta última se informaba sobre las declaraciones del padre de uno de los sobrevivientes del reciente atentado de Orlando. Según el señor, que es un cristiano evangélico, su hijo le dijo que decidió “cambiar de vida” tras la matanza en la discoteca Pulse. Ante esto, los amigos de la redacción respondieron que el chico no ha dicho públicamente “que vaya a dejar de ser homosexual”. Sin embargo, la nota de ACI no dice eso, salvo que uno piense que “ser homosexual” viene asociado con un estilo de vida determinado.

Lo curioso es que, cuando no se iguala la actividad y la orientación, ni la orientación y la persona, se acusa de “invisibilización” y, en consecuencia, de “homofobia”. Esto es precisamente lo que se dijo de los proyectos alternativos a la unión civil que apostaban por un esquema que no tuviera que ver con afectividad. Y ocurrió recientemente con los pronunciamientos de la Iglesia católica tras el atentado de Orlando. Estos expresaban condolencias y solidaridad “con todos los afectados”, pero hubo quien reclamó que no se haya utilizado las siglas infinitas con las que hoy se identifica a la “comunidad homosexual et alii”.

Sin embargo, estas posturas asumen el mismo enfoque que el meme de la PNP, a esa igualdad “de fondo” que supuestamente valoramos tanto hoy en día. Lo que ocurre es que, como en la exposición de motivos de la unión civil, la generalidad no es suficiente. Puede suponerse que esta actitud es el producto de la hostilidad y perjuicios sufridos por un colectivo, pero no por eso su discurso, estructurado en torno a una identidad, sea acertado.

Por un lado, es un error identificar la orientación con acciones, pues es evidente que todos los homosexuales no van por la vida haciendo las mismas cosas. Esa distinción es fundamental para comprender posturas como la de la Iglesia católica. Por otro, asumir la primacía de la orientación sexual para identificar ciudadanos, roza con la noción del “esqueleto común” que nos hace titulares de igualdad. Justamente porque la primera es un elemento de distinción. Dejar esa dinámica de identity politics es fundamental para abordar cuestiones relativas a minorías de forma honesta y consensuada, evitando guerras culturales. La pregunta es si eso interesa a todos.

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