“El Perú es un país de muchas leyes, pero sin ley” – Alfredo Bryce Echenique; por Adrian Bazo Cannock
Una travesía al interior de nuestro Poder Judicial
Un profesor, un amigo, me gusta pensar, aunque hemos conversado aún muy poco para nombrarnos como tal, me comentó el día de ayer que, tal vez, podría escribir algunas antimemorias de lo que he vivido. Antimemorias digo, porque a toda historia propia hay que dejarle un poco de espacio para que la imaginación haga su trabajo, aunque no sé si este sea el caso.
Recuerdo que era una de esas noches heladas, propias de nuestro invierno, mi clase duraba hasta altísimas horas de la noche y la flojera entraba por la puerta y se sentaba cual amiga a nuestro lado. Había tenido ya la oportunidad de contarle a un profesor que publicaría mi primer poemario, y este pensando, tal vez, que tenía buena redacción y ganas de conocer gente importante me presentó un trabajo. Me dijo que un juez, no recuerdo su nombre, necesitaba ayuda con su tesis, revisarla, corregir el estilo, darle algunas observaciones, etc. Total, estaba pronto a terminar la carrera, no sería una tarea imposible de realizar.
Recuerdo, aún, haber llegado al centro de lima, tuve que pasar por los 9 infiernos de Dante que se ubican exactamente en la vía expresa, o el “zanjón”, especialmente entre Miraflores y la victoria. No sabía dónde quedaba la puerta de entrada ni la oficina del interesante sujeto. Pregunte con cierto temor y pensando – “a dónde mierda estaré yendo.” Y luego de unas complicadísimas direcciones, el uso de un ascensor que refleja nuestra precariedad institucional y un par de conversaciones en soledad mientras me ubicaba en tal inmenso laberinto, llegué a su oficina.
Me hicieron esperar de más, más de lo que se espera a un presidente, más de lo que espera un novio parado en el altar. Quería irme, pero la curiosidad de su propuesta me carcomía, viajaban en mi imaginación conversaciones ficticias tratando de descubrir cuál sería realmente mi labor. Hasta que finalmente entró. Bastante mayor, más de lo que imagine. Pensaría podría revisar el estilo de su testamento, no de su tesis. Se veía que su camino debería ser el de reposo, no el trabajo. Sin embargo, era el trabajo, y lo escuché.
Resultó para mí, graciosa la noticia que no habría que revisar el estilo de la redacción, pues aún no había texto alguno que revisar. Era tarea mía la de crear dicha manifestación de conocimiento, conocimiento que definitivamente no me interesaba tener. Pero quise ser un poco más curioso, saber cuánto costaría, o cuánto se pagaría por emprender dicha travesía digna de un libro de Homero. Resulta que el precio era nulo, lo que se ofrecía eran favores – qué necesitas – me preguntó. Y en ese momento cuenta me di que necesitaba irme de ahí. Y así fue como vi el ascensor y este me dijo: “¿entiendes ahora el porqué de mi precariedad?”. Salí, subí al auto y seguí con mi día, pensando – qué gracioso es mi país.
Lucidez.pe no necesariamente comparte las opiniones presentadas por sus columnistas, sin embargo respeta y defiende su derecho a presentarlas.