Existen etapas en el desarrollo de las naciones en las que éstas cuentan con condiciones excepcionales para poder crecer y desarrollarse más aceleradadamente. Una condición muy importante para que esto suceda implica que la población adulta–en condiciones de trabajar–sea superior en términos porcentuales a la población dependiente (niños menores de 15 años y adultos mayores de 65, edad en la cual la mayoría de personas suelen jubilarse y pasar a vivir de una pensión). Cuando se da esta situación en una nación, hablamos de condiciones excepcionales en la historia de la misma que favorecen el aumento del ahorro, la inversión, el crecimiento de la economía y la reducción de la pobreza. Esta etapa es conocida con el nombre del “bono demográfico”, y si esta situación es aprovechada de manera adecuada, es muy probable que el país en cuestión alcance el tan ansiado desarrollo mas rápido, tal como se dio en los países del sudeste asiático. Este periodo suele durar entre 30 y 50 años en la mayoría de naciones. Podría incluso afirmar que esta es la única etapa que tiene un país para lograr desarrollarse adecuadamente.
Ahora bien, los beneficios del bono poblacional no es que se den de manera espontánea. Ésta situación dentro de la demografía debe ser complementada con políticas públicas adecuadas, orientadas a mejorar el acceso al empleo productivo a fin de aprovechar a esta gran cantidad de mano de obra disponible. Del mismo modo, no se debe dejar de lado el desarrollo de una educación de calidad tanto para niños como para jóvenes, a fin de que éstos puedan acceder en un futuro cercano a mejores condiciones de trabajo y logrando una mayor productividad o–¿por qué no?–darles las herramientas necesarias para que éstos desarrollen emprendimientos propios que generen nuevos puestos de trabajo.
En el Perú nos encontramos en plena etapa de bono poblacional. Es decir, nos encontramos en una fase excepcional en nuestra historia para alcanzar el ansiado umbral del desarrollo. Esta situación explica en parte el espectacular crecimiento económico que hasta hace poco hemos tenido. Esta etapa puede durar unos 30 o 35 años más en nuestro país y probablemente muy pocos ciudadanos de a pie son conscientes de esta situación.
Esto nos lleva a una pregunta que cae por su propio peso: ¿estamos aprovechando de manera adecuada esta etapa en nuestra historia? Son innegables los esfuerzos del actual gobierno en el tema de educación, y aunque aún insuficientes, están bien encaminados. Pero en lo referente al empleo productivo, ¿estamos actuando dentro de lo correcto? Alrededor del 80% de la PEA entre los 18 y 24 años se encuentra trabajando dentro de la informalidad, con niveles de productividad mínimos y condiciones muy precarias de trabajo (la mal llamada “Ley Pulpin” pretendía combatir esta situación). Adicionalmente, abrir una empresa en el Perú es sumamente engorroso y puede llevar varias semanas. Solo entre un 30% y 35% de nuestra economía es formal (es decir, paga impuestos). Adicionalmente, el desprestigio de los “partidos” políticos es generalizado y no estamos promoviendo una visión de nación adecuada que nos proyecte como comunidad hacia el futuro.
Este es un tema trascendental si es que queremos subsistir como Estado y nación en los próximos años y pareciera que nuestra clase (¿dirigente?) no toma esta situación con la seriedad del caso. Mientras tanto, nos encontramos imbuidos en el debate sobre temas coyunturales y, en algunos casos, incluso frívolos. Si perdemos esta nueva oportunidad en nuestra historia para desarrollarnos, probablemente no tengamos otra más en el futuro para llegar al ansiado umbral. Todavía depende de nosotros el tomar conciencia de que se nos puede estar escapando nuevamente el tren de la historia. No seamos tan ingenuos de volver a perder esta oportunidad.