[OPINIÓN] El PPC es una burbuja

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Entre ayer y hoy me enfrasqué en un debate tuitero con el congresista Alberto Beingolea, periodista deportivo y abogado, quien pretende lanzarse a la presidencia de su partido, el PPC, y se dice que también a la presidencia de la República. El motivo de la polémica tuvo como fondo la Ordenanza 497 de la Municipalidad de San Borja, por el trasfondo discriminatorio que esta esconde.

La ordenanza en cuestión, tras mencionar expresamente que está prohibida la discriminación por razón de raza, sexo, religión, condición económica, clase social, posición política, indumentaria, actividad, cultura, condición de salud, discapacidad, lugar de origen, residencia, edad e idioma– pero no expresa en el texto la prohibición de discriminación por orientación sexual o identidad de género, pues plantea textualmente que “no constituyen actos discriminatorios aquellos que tengan como finalidad no permitir actos contra el honor, la moral, las buenas costumbres y/o que afecte a los valores de la familia”.

La comunidad LGBTI, en su incesante lucha por la libertad y equidad de derechos civiles, justamente ha denunciado esa excepción–que incluso se puede considerar como inconstitucional—porque, efectivamente, no visibiliza a los LGBTI y da patente de corso para interpretaciones antojadizas del principio de no discriminación. De esta forma, dos hombres o mujeres de la mano por el Pentagonito podrían ser identificados como dos personas que transgreden los “valores de familia”, y por ende, sufrir un vejamen o represión.

Lo más preocupante es que en dicho intercambio se hizo evidente la poca voluntad del congresista Beingolea por reconocer posibles errores de sus co-partidarios, toda vez que estos hoy defienden los mismos intereses por copar posiciones de poder interno en un año que ya es electoral. Finalmente, siendo un militante interesado en ocupar el más alto cargo partidario de su agrupación, su opinión política es relevante. No obstante, las ideas vertidas dejaron mucho que desear por el bajo nivel de la discusión, que cayó en el ad hominem, el insulto fácil y la procacidad.

Más allá de la anécdota, resulta preocupante que el PPC, en un posible afán por sobrevivir, haya optado por radicalizar su propuesta política al reforzar estereotipos y responder de manera reduccionista a problemas que enfrentan los peruanos de hoy. No obstante, su postura, lejos de presentar una visión de país de consenso, que contribuya a perfeccionar la unión y tender puentes entre grupos de interés tan divergentes como rivales, agudiza las diferencias y nos enemista como ciudadanos.

El PPC tendrá que darse cuenta, posiblemente tras la indiferencia del electorado en el 2016, que debe apuntar a construir una sociedad de vanguardia, que, sin renunciar a sus principios ideológicos, pueda hermanarse con un país que requiere reconciliarse consigo mismo.


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