El Regreso de la Torre de Tandil, por Juan Diego Llosa

932

Para ser sincero, ya tenía redactado un artículo para publicarlo hoy. Iba a ser otra columna de opinión en la cual iba a buscar, otra vez, ser lo más objetivo e imparcial posible.

Pero lo de Del Potro ayer se presta a subjetividades y a comentarios apasionados y yo, por esta vez, voy a ser víctima del efecto ‘Delpo’.

La victoria de la torre de Tandil no solo significó la eliminación absoluta del número uno de los Juegos Olímpicos, sino también fue un nuevo golpe de esperanza para el porvenir del argentino. Del Potro ha vuelto a soltar su derecha, ha recuperado su confianza y, después de más de tres años de lesiones y sufrimiento, ha vuelto a llorar de alegría.

Juan Martín encontró en el partido de ayer la luz en un túnel muy largo y repleto de dolores físicos y emocionales.  Desde el 2013 que ‘Delpo’ no puede competir de forma regular por una lesión a la muñeca y ha necesitado el apoyo constante de sus seres queridos para poder espantar a los fantasmas del retiro.

No creo que haya existido un partido de primera ronda tan emocionante en la historia del tenis olímpico como el que se vivió ayer en Río.  Por un lado estaba Djokovic que buscaba dar el primer paso para alcanzar por primera vez en su carrera una medalla de oro, y al otro lado de la red, estaba Juan Martín intentando competir decentemente y mostrar su mejor tenis.

No me acuerdo de haber visto a Djokovic quebrarse en llantos de la manera como lo hizo ayer, ni en la final de Roland Garros del año pasado en la que perdió con Wawrinka. Es que el triunfo del tandilense ayer, no estuvo en los papeles de nadie.

Me da la impresión que todos somos argentinos cuando vemos jugar a Del Potro porque tiene la capacidad de contagiar la pasión, alegría y felicidad que le da vestir los colores de su país. Y ya no admiramos a ese chico tandilense de hace siete años que le hacía frente a los mejores del mundo, sino al hincha acérrimo de Boca que supo sobreponerse a una pesadilla que parecía no acabar nunca.

No me gustaría calcular cuánto ha tenido que pasar Juan Martín para volver a sonreír, pero les puedo asegurar que el dolor del argentino durante estos últimos años, ha sido más grande que la decepción de ‘Nole’ tras caer sorpresivamente en la primera vuelta.

Es que ya no se trata solo de admirar el tremendo juego que desplegó ‘Delpo’, ayer el tenis olímpico nos ha dejado un mensaje de superación y nos ha enseñado cómo se deben afrontar los momentos de sufrimiento.

Tendrían que buscar un elemento químico más valioso que el oro para determinar el material de la medalla que se merece Juan Martín. Cuando se hable de la década dorada del tenis, se va a hablar de la elegancia de Federer, de la garra de Nadal, de la constancia de Murray, del nivel que alcanzó Djokovic y del regreso de ‘Delpo’ en Río.

Ahora el argentino deberá enfrentar a Joao Sousa en la segunda ronda, un rival muy complicado. Pero esa historia ya se contará más adelante, hoy, nos toca a todos decirle a la torre de Tandil: gracias.