En defensa del liberalismo, por Raúl Bravo Sender

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El pasado Sábado 24, el columnista de “La República”, Eduardo Dargent, publicó en la plataforma digital de dicho diario, un artículo cuyo título me llamó la atención: “Pobre liberalismo”. De inmediato me cuestioné acerca del calificativo dado al liberalismo ¿pobre por qué o de qué? No había otra opción que introducirme a leerlo para salir de dudas e intentar entender lo que su autor quería decirnos, pues quizás estaba sacando conclusiones anticipadamente.

Al grano. La idea de Dargent es que, detrás de quienes en el Perú defienden el statu quo –rentista- de la denominada “televisión basura”, están convenientemente caricaturizados los pobres argumentos del liberalismo, “donde importa más el lucro que la libertad de expresión” (sic). Cuidado, el lucro y la libertad de expresión son categorías que no podemos equipararlas como si se tratara de sacrificar una por otra. Los canales se han constituido como empresas privadas que legítimamente les es permitido lucrar –y tomar partido en las ideas-. Y la libertad de expresión nos garantiza a todos –incluido Dargent- opinar sin censuras, sea de algún particular o de algún comité gubernamental ¿de la moral pública?, que seguramente estará pensando en crear.

Detengámonos y analicemos. El liberalismo no defiende ni promueve contenidos. Lo que defiende es la libertad de expresar y de elegir. Es una ideología de medios más que de fines, pues cada uno de nosotros nos los planteamos dentro de un marco institucional garantista de derechos y libertades individuales, dado que la única función de la ley es preservar la libertad –y todas sus manifestaciones-. Todos somos iguales ante la ley y ésta no debe dar privilegios a nadie.

La legislación, que en el fondo es la voluntad de unos cuantos políticos, no puede meterse a regular lo que debe dejarse librado a las fuerzas espontáneas de la dinámica social. Hacer lo contrario significaría someternos al capricho de unos cuantos hombres. El gran mérito de ese –como califica Dargent- “pobre liberalismo” (que seguramente debe saber se remonta a toda una tradición de pensamiento, desde Mariana, Locke, Smith, Ferguson, Mises, Hayek), es la idea de que no deben gobernar los hombres sino las leyes, y que la razón de éstas es la de ponerle límites al gobernante, dejando amplias libertades a los individuos para que éstos autorregulen sus relaciones, dando lugar al derecho.

De tal manera que si Eduardo Dargent no está de acuerdo con los valores que se exponen en los programas calificados como “basura”, tiene todo el derecho de cambiar de canal, y es más, tiene toda la libertad de fundar el suyo y promover los valores que a él le interesan deban regir en la sociedad. Que quede claro, el liberalismo no promueve, defiende ni censura los contenidos de tales o cuales programas de televisión. Lo que defiende es la libertad individual de decidir qué ver y/o qué no ver.

En realidad, creo que lo que Dargent quiere denunciar cuando afirma que es penoso se invoquen ideas como las del liberalismo para defender a un grupo de empresarios, es el mercantilismo rentista –que lo confunde con el liberalismo- de los constituidos canales de señal abierta que precisamente, asegurando su statu quo, se aprovechan –coludidos con los gobiernos de turno- de un marco legal desde el cual para levantar una antena y trasmitir una señal, se necesita del sello y visto bueno del capturado Ministerio, cerrándoles así las puertas a nuevos operadores en el espectro electromagnético ¿que nos pertenece a todos los peruanos?

Finalmente, Dargent se ampara en lo que la Constitución y las leyes les obligan a los canales, esto es, transmitir ciertos contenidos y, promover cultura, educación, pensamiento crítico. Lo que no se da cuenta es que ello, a la larga, es un clara invitación para que el gobierno y su comité nos digan lo que podremos y no podremos decir. En otras palabras, nos estaríamos colocando a nosotros mismos la mordaza. ¿Nadie querría eso, verdad?

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