El pasado martes, el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro anunció el fin de la democracia y el estado de derecho en Venezuela. Un pronunciamiento tardío por parte de la OEA en cuanto a la crisis institucional que viene viviendo Venezuela puesto que los ataques contra el estado de derecho por parte del llamado “gobierno bolivariano” vienen desde hace un poco más de una década.
Hay que reconocer que a diferencia del manejo que el ex Secretario General de la OEA José Miguel Insulza tuvo de la crisis venezolana, las gestiones que ha venido haciendo el embajador Almagro sobre este tema -desde que asumiera funciones en mayo de 2015-han sido más enérgicas en cuanto a la exigencia del respeto al estado de derecho y a la Constitución venezolanos. Pero al igual que su predecesor, Luis Almagro ha respetado las formas diplomáticas que se exigen a su función, pero Almagro sí ha hecho respetar los fueros y atribuciones diplomáticas y políticas que asisten a la organización.
A pesar que tanto Insulza como Almagro provienen de corrientes políticas similares, la reacción del segundo fue la de exigir –de forma más explícita- un mayor respeto a los derechos humanos, la Constitución, la libertad de expresión y la inmediata excarcelación de los presos políticos; principalmente de Antonio Ledezma (alcalde de Caracas) y del líder opositor Leopoldo López. Estas exigencias le costaron perder la amistad del ex presidente izquierdista de Uruguay José Mujica el cual anunció “el fin de su amistad” con Almagro a través de una carta que fue replicada por la cadena chavista de noticias Telesur. Vale mencionar un detalle nada menor; Almagro fue canciller de Mujica los cinco años que duró su gobierno. Así mismo, esta actitud le ha traído [a Almagro] el feroz ataque del gobierno de Nicolás Maduro al propinarle una serie de descalificativos irrepetible. El último ataque verbal lo protagonizó el actual representante de Caracas ante la OEA, Bernardo Álvarez. Quien calificó a Almagro como un “empleado” de la organización.
Es cierto que el embajador Almagro –a diferencia de Insulza- ha tenido que enfrentar a una Venezuela que ya no goza de la fuerza e influencia económica y geopolítica que tuvo hace diez años; a lo cual hay que añadirle el giro que América Latina viene dando hacia la derecha y centro derecha desde hace dos años debido al desgaste que viene teniendo el modelo político y socio-económico del auto denominado “socialismo del siglo XXI”. Efectivamente, Almagro goza de una coyuntura favorable, sobre eso que no quepen dudas. Pero los eventos que acontecieron –y continúan aconteciendo- en algunos países de América Latina, principalmente en Venezuela, durante los primeros años de la administración Insulza al frente de la OEA, debieron obligarlo a tener un proceder más firme (https://www.lucidez.pe/mundo/jose-miguel-insulza-reacciones-tibias-o-diplomacia-llevada-al-extremo/). Casos como el cierre de RCTV (Radio Caracas Televisión) por orden directa del fallecido ex presidente venezolano Hugo Chávez en 2007. El hostigamiento a la prensa opositora a los gobiernos izquierdistas de Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, desde hace una década. Las detenciones injustificadas de Leopoldo López y Antonio Ledezma en 2014 (recta final de la gestión de José Miguel Insulza al frente de la OEA). Los reiterados cambios constitucionales en Nicaragua y Venezuela para que tanto Daniel Ortega como Hugo Chávez, respectivamente, logren reelegirse en sus países. Ya ve señor Insulza, mostrar firmeza -con educación- para exigir el respeto a los fueros de la organización, pero sobre todo para llamar la atención acerca de la crisis política y social que vive un país miembro de la OEA sí era posible; el embajador Almagro se lo ha venido demostrando desde hace quince meses.
Ahora la OEA, encabezada por Luis Almagro, tiene la responsabilidad de no darle la espalda a la oposición democrática y pacífica venezolana en su lucha por re encausar a Venezuela hacia el camino del respeto al estado de derecho y a los derechos humanos, y el desarrollo socio-económico. A no quitarle el respaldo a una oposición venezolana que viene dando batalla al gobierno de Nicolás Maduro de forma democrática y pacífica, pero sobre todo, que está dando una batalla que puede llamarse épica debido a que las reglas de juego han sido elaboradas a la medida de los intereses del actual régimen venezolano.