Escuelas inclusivas requieren infraestructura accesible, por Verushka Villavicencio

«Una comunidad educativa inclusiva se forma con una real cultura de inclusión entre padres de familia, directores, docentes y alumnos capaces de lograr un aprendizaje y convivencia sana y en paz.»

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De acuerdo a las cifras del último censo educativo realizado por el Ministerio de Educación, existen 81,848 estudiantes con discapacidad registrados en 111,399 instituciones educativas. De ellos, las cifras recogen una brecha respecto a las medidas de accesibilidad necesarias para lograr el primer paso en la inclusión educativa para los estudiantes con discapacidad. Resulta que, de 92, 628 centros educativos que albergan a más de 60 mil estudiantes, sólo el 12.86% indicaron que cuentan con infraestructura accesible.

Estas cifras revelan que el 82% de los estudiantes con discapacidad que equivalen a 54,767, no cuentan con infraestructura accesible en centros educativos públicos y privados.

La infraestructura accesible es básicamente acceso y circuitos internos que permitan el desplazamiento de alumnos que usen silla de ruedas, muletas andadores o que se desplacen usando ayudas biomecánicas (prótesis). Implica baños accesibles con inodoros, lavatorios, manijas de palanca, espejos y barras de seguridad con tamaños que permiten su uso con total autonomía. Significa también que los juegos recreativos dentro de la escuela deben tener acondicionamientos que permiten a los estudiantes con discapacidad usarlos junto con los demás compañeros de clase, acondicionados a su tipo de discapacidad. Juegos con escaleras adaptadas para subir o rampas para acercarse, entre otras medidas.

A todo esto, se suma la accesibilidad cognitiva, que son el conjunto de señales que dirigen los recorridos entre pasillos y zonas comunes. Esta medida sencilla ayuda a los estudiantes con discapacidad intelectual y cognitiva a ubicarse dentro de la escuela y reduce el estrés y la ansiedad que les produce acondicionarse a un nuevo escenario.

La ausencia de infraestructura educativa es una razón poderosa que lleva muchas veces a que los padres de familia retiren a sus hijos de las escuelas.

De otro lado, Malena Pineda, Jefa del Programa de Defensa y Promoción de los Derechos de las Personas con discapacidad de la Defensoría del Pueblo considera que “las y los directores de colegios públicos y privados no pueden decirles a los padres o madres de familia que no están preparados para enseñar a estudiantes con discapacidad o con otras necesidades educativas, tampoco pueden condicionar la matrícula con diagnósticos ni informes médicos ni solicitar un pago adicional para realizar las adaptaciones”.

En cada aula debe existir una reserva de matrícula para dos alumnos con discapacidad, según el Ministerio de Educación.

De esta forma, la educación inclusiva no es sólo infraestructura accesible, sino también requiere que los docentes implementen estrategias educativas que permitan a niñas y niños con discapacidad física, sensorial e intelectual, aprender junto a sus pares. Es necesario material educativo accesible con Braille, objetos que puedan tocar los niños ciegos y el uso de la lengua de señas de los docentes para comunicarse en clase con los niños sordos, entre otras medidas.

Otra tarea es lograr que las niñas y niños con discapacidad sean tratados con respeto y afecto entre sus pares sin discapacidad, valorando sus diferencias y convirtiendo la discapacidad en una oportunidad para conectarse más, desde lo esencial como seres humanos.

Una comunidad educativa inclusiva se forma con una real cultura de inclusión entre padres de familia, directores, docentes y alumnos capaces de lograr un aprendizaje y convivencia sana y en paz.

Esperemos que las adaptaciones o ajustes razonables se salven y las niñas y niños con discapacidad no pierdan este año.

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