Las atletas Nikki Hamblin de Nueva Zelanda, y Abbey D’Agostino de Estados Unidos compitieron el martes en la carrera de 5,000 metros en los Juegos Olímpicos Río 2016. El gesto de D’Agostino no la llevó a pasar a la siguiente carrera, pero sí fue aplaudido y será memorable.
Después de chocar contra una de sus compañeras corredoras durante la eliminatoria de 5,000 metros, la corredora estadounidense Abbey D’Agostino podría haber seguido corriendo.
De hecho, su entrenador incluso le había prevenido antes de la carrera: “Si te caes […], te levantas, te sacudes el polvo, echas un vistazo a tu alrededor y de vuelta a la carrera inmediatamente”.
Pero en vez de eso, miró a su alrededor y ayudó a levantarse a la neozelandesa Nikki Hamblin y la alentó para que terminara la carrera, diciéndole: “Levanta. Tenemos que terminar”.
Nunca antes se habían encontrado antes Hamblin y D’Agostino, así que la corredora de Nueva Zelanda quedó impactada con la generosa preocupación que su competidora demostró en medio de una carrera olímpica.
Hamblin comentaría después del encuentro que “esa chica es el mismísimo espíritu olímpico […]. Nunca nos habíamos visto antes. En serio, no nos conocíamos de nada. Así que es todo increíble. Ella es una mujer increíble”.
Hamblin y D’Agostino continuaron la carrera codo a codo, pues resultó que D’Agostino estaba lesionada de más gravedad que Hamblin y tenía problemas para terminar la carrera. Hamblin quiso devolverle el favor y fue infundiendo ánimos a la dolorida D’Agostino.
A pesar de correr con un dolor angustiante, D’Agostino terminó la carrera detrás de Hamblin y salió del lugar en silla de ruedas.
A ambas corredoras les permitieron el acceso a la final, pero después de una resonancia magnética el miércoles, D’Agostino descubrió que tenía el ligamento cruzado anterior completamente roto y que no podrá correr durante algún tiempo.
Este suceso digno de admiración está recibiendo por doquier la definición de “auténtico espíritu olímpico” y es un maravilloso ejemplo de “deportividad”, pero en realidad quedaría mejor descrito como una expresión de la fiel y profunda fe cristiana de D’Agostino.
Así lo afirmó en una declaración a los medios: “Aunque mis acciones fueron instintivas en aquel momento, la única forma que puedo explicarlo racionalmente es que Dios preparó mi corazón para responder así […]. Durante todo este tiempo aquí, Él me dejó claro que esta experiencia en Río iba a ser para mí algo más que mi rendimiento en la carrera; y en el momento que Nikki se puso de pie, supe que se trataba de eso”.