¿Existe un protocolo para vacunar a las personas con discapacidad?, por Verushka Villavicencio
"Recordemos que en pasadas votaciones electorales, personas con discapacidad física que se movilizaban en silla de ruedas tenían ubicaciones en segundos o terceros pisos dentro de los locales de votación que no contaban con ascensor, solo escaleras".
El 21 de enero, el Ecuador recibió la primera remesa de 8.000 dosis de vacunas del consorcio Pfizer-Biontech. Ahora se encuentran en la «fase cero» de un plan de vacunación contra el COVID-19. Es el segundo país, después de Brasil, en recibir la vacuna de Pfizer, que prevé enviar unas 86.000 mil dosis hasta finales de febrero, de un total de dos millones que llegarían a partir de marzo. En su plan de vacunación priorizarán al personal sanitario, adultos mayores que viven en geriátricos, personas con discapacidad y sus cuidadores que viven en las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca.
El Plan Nacional contra el COVID 19 publicado por el MINSA contempla un presupuesto total de 3ˊ061,040,06. Su éxito se medirá respecto a la velocidad de vacunación en las regiones y en la calidad de la atención para todos los ciudadanos. El Dr. Aldo Lucchetti, director de Intervenciones Estratégicas del MINSA señaló que el objetivo es vacunar a 24.5 millones de peruanos mayores de 18 años en el primer trimestre del 2021. Y la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, en conferencia de prensa ha mencionado que sería la primera en vacunarse para dar ejemplo a la población y erradicar los temores respecto a su efectividad.
En este escenario, en el mencionado plan si bien no existe ninguna disposición para la vacunación de personas con discapacidad, en la segunda fase se establece que se vacunarán a “personas con comorbilidades”. Se entiende que la “comorbilidad” implica la presencia de dos o más enfermedades crónicas, las cuales pueden llevar a la persona a la fragilidad e inclusive requerir de otra persona para efectuar sus actividades diarias. Es en esta situación que la persona adquiere la condición de “dependencia funcional” porque no logra autocuidarse y manejar sus acciones cotidianas de forma autónoma, siendo una situación prolongada en el tiempo. Es el caso de los adultos mayores, que por el deterioro de su edad comienzan a requerir una silla de ruedas para movilizarse, pues no logran mantenerse en pie. Muchas veces se confunde la “dependencia funcional” con la condición de discapacidad, porque vemos a la persona en silla de ruedas. No obstante, la condición de discapacidad es una deficiencia física, mental, intelectual o sensorial que se presenta a largo plazo y que al interactuar con determinadas barreras en el entorno y la cultura impiden que las personas con discapacidad ejerzan sus derechos en igualdad de condiciones como las demás personas.
Así, las personas con discapacidad con comorbilidades podrían vacunarse en esta segunda fase. También aquellas con “dependencia funcional” siempre y cuando sean mayores de 60 años, como se consigna en el plan.
Es importante alertar sobre la necesidad de crear un Protocolo de Vacunación para Personas con Discapacidad que incluya información accesible en lengua de señas, audio, Braille, lenguaje sencillo e imágenes claras difundido en todos los canales de comunicación posibles. También es necesario revisar la accesibilidad física y cognitiva en los centros de vacunación. Recordemos que en pasadas votaciones electorales, personas con discapacidad física que se movilizaban en silla de ruedas tenían ubicaciones en segundos o terceros pisos dentro de los locales de votación que no contaban con ascensor, solo escaleras. Esta dramática situación, era una barrera física que limitaba su derecho a ejercer el voto. Felizmente esta situación se fue corrigiendo con el tiempo. Asimismo, el personal sanitario a cargo debería estar preparado para brindar un trato correcto a las personas con discapacidad según el tipo de discapacidad. Sólo así podremos seguir construyendo una real cultura de inclusión pues se trata de eliminar las barreras que impidan el acceso a la salud en igualdad de condiciones como los ciudadanos sin discapacidad. No es una dádiva, es un derecho: a la accesibilidad y la inclusión.
Ciertamente, son tantas actividades pendientes para nuestro personal de salud que está muriendo en el ejercicio pleno de su profesión. Pero es lo que toca y el mayor aprendizaje que podemos tener en esta pandemia es hacerlo todo con fe y esperanza, como nos dijera el Papa Francisco, recordando su visita al Perú por estas fechas: “no dejemos que nos roben la esperanza”.
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