‘¡Farsantes!’, por Gonzalo Ramírez de la Torre

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Había una profesora en mi colegio, cuyo nombre no diré, que era muy especial. La señora estaba en el ocaso de sus setentas, permanecía en el colegio pues encarnaba la institucionalidad del mismo y se caracterizaba por ser una férrea defensora de las viejas tradiciones escolares. Y era tentador, y de hecho actividad de todos los días para algunos compañeros, proponerle temas de conversación que, naturalmente, harían que reaccione con especial indignación. El tema podía ser importante o podía ser una tontería, el punto era ver la reacción, la contorsión iracunda de su cara, el chillido áspero de su voz. Lamentablemente, lo impulsivo de sus exabruptos convertían su ferocidad en chiste y sus ideas, que se esmeraba en defender a pesar de lo trasnochadas que eran, perdían importancia.

Algo similar he visto pasar en Twitter con un personaje de la política nacional, entorno a un tema que, según parece, lo tiene obsesionado. Hablo, claro está, de Carlos Tubino y la publicitada “ideología de género”. Y las reacciones del congresista hacia este tema son diversas y, por el calibre casi coprolálico de las mismas, desentonan con lo que algunos podríamos esperar de alguien que ostenta la investidura parlamentaria. Desde “eres un pobre/triste imbécil por difamarme! Si estuvieras delante d mi te parto la cara!” (sic) pasando por “no seas tarada/difamadora” y llegando al constante uso de calificativos, como “farsante”, sin ningún tipo de reparo.

Es evidente que el señor Tubino puede decir lo que le da la gana, pero viniendo de una persona que se preocupa hasta por cómo van vestidos algunos congresistas al hemiciclo, habría que esperar que sepa guardar un poco más de decoro, por el bien de la institución que lo alberga. Esto se hace especialmente relevante si se toma en cuenta que es muy probable que muchos le hagan comentarios en Twitter justamente para propiciar las reacciones desproporcionadas que él está acostumbrado a disparar.

Sin embargo, sería mezquino ignorar el tema de fondo. No tengo la menor duda de que el señor Tubino está convencido de la existencia de la ideología de género, no sería el primer peruano que se come aquel cuento o que simplemente encuentra asidero pseudo-teórico para su tirria a todo lo que tenga que ver con la diversidad sexual. Tampoco sería el primero que, repitiendo discursos importados por diferentes voces conservadoras (normalmente asociadas a la iglesia católica), acusa que el solo uso de la palabra ‘género’ (término que existe con su uso actual desde el siglo XIV) implica inmediatamente una “ideología”, cuya implementación vaticina el fin del planeta como lo conocemos.

Pero tampoco queda la menor duda de que esa posición cobra un matiz de aborrecible fanatismo cuando, por ejemplo, resulta en que uno vote en contra de legislación que le quita beneficios penitenciarios a los violadores. Que el desprecio inexplicable a la palabra ‘género’ baste para que uno no vea el fondo del asunto, en este caso castigar más severamente a los violadores, demuestra que se está con las prioridades torcidas y cuesta creerle al congresista cuando luego dice que él fusilaría a los que cometen estos crímenes.

No obstante, según parece, para el congresista Tubino (y otros 15 miembros de su bancada) su oposición a la temible “ideología de género”, solo se hace presente cuando esta no le impide llegar al poder. Y esto se nota cuando uno ve que en el plan de gobierno de Fuerza Popular hay más de tres menciones del término ‘género’ y el congresista no dudó en usar este partido como vehículo al Congreso de la República. Este hecho implica o una hipocresía supina entre algunos parlamentarios fujimoristas o el hecho de que ninguno se tomó la molestia de leer el plan de gobierno de su lideresa.

Lo cierto, empero, es que Carlos Tubino no ha sido el único parlamentario que pretendió truncar un importante proyecto de ley por su tirria a una palabra. Hubo dieciocho congresistas más. Sin embargo, lamentablemente para el congresista, él es el que se ha hecho escuchar más a través de sus coloridos y agresivos tuits buscando defender lo indefendible. Y es preocupante que este comportamiento provenga de un congresista de la república, especialmente cuando muchos cibernautas disfrutan de hacer espectáculo y mofa de un político fácil de provocar.

Un farsante, además de alguien que finge o miente, también es un actor de teatro cómico. El señor Tubino demuestra aversión a estas personas en muchos de sus tuits y, de hecho, es un sentimiento que podemos compartir porque, sin duda, fuera del teatro, nadie quiere farsantes, especialmente en la política peruana.

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