A casi 90 días de haber empezado la cuarentena, es muy claro notar que existen otros virus que circulan en el ámbito político. Me refiero a la desconexión de la clase política y la realidad de la calle, aquí vemos que tanto ejecutivo como legislativo, hacen todo lo posible por ganar la atención de la prensa y de los ciudadanos diciendo una y otra vez que están dando “su mayor esfuerzo”.
Por un lado, tenemos al populismo que gobierna en el actual congreso reflejado en los que parecen no comprender la naturaleza y trascendencia de las leyes, pretendiendo imponernos un país a la medida de sus intereses. En el otro frente tenemos al Ejecutivo que ya vive totalmente aislado de la crítica y no ve más allá de sus asesores, muchos de los cuales tienen un irrefutable sesgo ideológico, y que si bien es bueno la diversidad de opiniones vemos que los principales asesores en salud y en economía están ligados a partidos de la izquierda peruana (esa misma que en las últimas elecciones no pudo llegar a consensos en sus propias filas para ir en un frente único). Asimismo, podemos afirmar que nuestro país, con más del 70% de la economía sumergida, no ha resistido la cuarentena medieval impuesta, resaltando que en un primer momento todos nos pusimos en manos del gobierno ante un evento tan impredecible, muy pocas fueron las voces que criticaron las medidas drásticas. Pero pasado tantos días, es necesario virar de rumbo, ya que para entender la falta de credibilidad que tiene este gobierno basta saber que las cifras que nos da diariamente el Ministerio de Salud ni siquiera son consideradas por medios de comunicación a nivel internacional.
Un dato alarmante es el actual subregistro que reputados medios extranjeros calculan con datos del Sistema Nacional de Defunciones (SINADEF) y que apuntan a un aumento de 75% en la mortalidad promedio, siendo Perú junto con España, uno de los países que no ha logrado establecer la causa real de esta alza de la mortalidad, y que según ha reconocido recientemente el MINSA, son a causa del COVID-19.
En el aspecto económico, tenemos que Instituto de Estadística e Informática (INEI) calcula que cerca 1.2 millones de personas han perdido el empleo y que a diferencia de las crisis económicas que hemos sufrido en otras épocas, esta pandemia no ha destruido la capacidad instalada industrial, por lo que, es bastante probable que con un esfuerzo conjunto público-privado se pueda recuperar parte de estos empleos, siempre y cuando se tome acción con la mayor celeridad posible y no sólo se viva de lo que se ponga en un decreto sino de lo que se observa en las calles: miles de ciudadanos buscándose la vida como ambulantes. Así también, es preocupante lo que se vive desde el sector del comercio, que es uno de los más golpeados y al cual se le ha puesto la mayor cantidad trabas y protocolos para iniciar su reactivación. El éxito de estas políticas de reactivación se ven cuando al caminar por la calle se observa una gran cantidad de carteles que dicen: «ALQUILO LOCAL».
Es necesario la renovación del gabinete para lograr un cambio en el enfoque de la lucha contra la pandemia y contra la crisis económica. Un verdadero plan de reactivación no puede estar liderado únicamente por un grupo de funcionarios de gobierno que la mayor parte de su experiencia se ha desarrollado en el sector público, sino más bien debe ser liderado por personalidades reconocidas en el sector privado, que son los que finalmente crean el empleo formal y que pagan los impuestos que recauda el estado a fin de mes.
El próximo virus que amenaza con quedarse en nuestro país está representado por altos funcionarios que pretenden instalar desfasadas ideologías y seguir de espaldas al sector privado y de muchas autoridades locales y regionales que a diario piden que se les escuche. Si no se ejecuta un cambio urgente de timón tendremos pronto en nuestra pantallas de televisión un nuevo interlocutor que nos diga: “Que Dios nos ayude”.
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